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y modernizar los medios convencionales aliados; y desembocaron en la doctrina de ataque a los segundos escalones (Follow-On Forces Attack) para batir las fuerzas de apoyo del Pacto de Varsovia en un conflicto convencional. La segunda de las iniciativas para superar el estancamiento estratégico provocado por la MAD arrancó en 1979, cuando la Unión Soviética desplegó en su frontera occidental Misiles Balísticos de Alcance Intermedio RT-21M, capaces de batir cualquier punto del continente europeo. Basada en el supuesto de que Washington no intervendría por temor a una escalada militar y en la fuerza del movimiento pacifista para impedir cualquier respuesta aliada, esta arriesgada maniobra pretendía expandir la influencia de Moscú en Europa Occidental. Ello paralizó a la Alianza, que no podía ofrecer ninguna réplica creíble a este desafío porque su estrategia todavía se basaba en el paraguas nuclear estadounidense. En consecuencia, mientras esta se debatía sobre cómo responder a esta provocación, Washington desplegaba en suelo europeo sus misiles Pershing II armados con ojivas nucleares, lo que provocó enormes protestas pacifistas y antinucleares en todo el continente. La crisis de los euromisiles finalizó en 1987, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética retiraron sus misiles y firmaron el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, que proponía la eliminación total de este tipo de armas. El tercer intento para superar la MAD se produjo en 1980, cuando el Presidente Jimmy Carter presentó la doctrina de opciones selectivas. Concebida por el Secretario de Defensa James Schlesinger en 1974 para refinar el equilibrio del terror, esta estrategia pretendía eludir la contradicción de amenazar con armas nucleares en un escenario de paridad nuclear y Destrucción Mutua Asegurada. La doctrina trazaba la posibilidad de mantener un conflicto nuclear limitado que no escalara hacia una guerra nuclear total mediante la conducción de ataques nucleares limitados –como prevención o respuesta a una agresión soviética– contra los centros de poder y las fuerzas militares enemigas. Encaminada a recuperar la dialéctica de la disuasión, la doctrina de las opciones selectivas pretendía garantizar la credibilidad de la amenaza estadounidense y lograr, en caso de conflicto, la rendición de la Unión Soviética para no exponerse a su hipotética destrucción. En otras palabras, las opciones selectivas eran la clave para triunfar en una guerra nuclear manteniendo, en última instancia, la MAD. Para ser viable, esta doctrina requería la elaboración de un catálogo de opciones de respuesta nuclear limitada y la adquisición de vectores capaces de conducir ataques contra-fuerza de precisión8. Durante la presidencia de Ronald Reagan (1981-89) se plasmaron en el establecimiento de la Selección de Objetivos para el Empleo de Armas Nucleares (NUTS), la entrada en servicio de nuevos sistemas de armas (el ICBM Peacekeeper, el SLBM Trident, el misil de crucero Tomahawk o el bombardero B-1 Lancer) y el impulso a la Iniciativa de Defensa Estratégica, un ambicioso sistema de defensa antimisil que prometía salvaguardar el territorio estadounidense frente a cualquier ataque enemigo, alterando así el equilibrio del terror y reforzando la doctrina de las opciones selectivas. Estos principios constituirían el último aporte a la dialéctica atómica y guiarían la estrategia nuclear estadounidense hasta el fin de la guerra fría. CAE EL TELÓN DE ACERO. CONTROL NUCLEAR Con la caída del Telón de Acero desapareció el riesgo de una guerra global entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Ello comportó grandes reducciones y nuevos controles en los arsenales nucleares de las principales potencias con el fin de satisfacer los dividendos de la paz, fomentar la confianza entre los antiguos adversarios, reducir la incertidumbre estratégica e incrementar la estabilidad global. En esta coyuntura, la teoría nuclear fue paulatinamente arrinconada del análisis estratégico internacional y la disuasión mínima –o la posesión de una capacidad de contragolpe suficiente como para ocasionar un daño inaceptable al agresor– se impuso entre las doctrinas nucleares de los países que mantenían unos niveles de fuerza superiores a los necesarios para garantizar este nivel de disuasión. No obstante, los mayores temores de la comunidad internacional no se relacionaban con la disuasión, sino con la dispersión del arsenal soviético (repartido entre Rusia, Ucrania, Kazajistán y Bielorrusia), su control (para evitar fugas de científicos, materiales fisibles u ojivas), su seguridad (se temía que pudieran producirse detonaciones accidentales, no autorizadas o intencionales) y nuevos indicios de proliferación nuclear (lo que ponía en duda el régimen internacional de no-proliferación y acababa con la esperanza de la comunidad internacional de lograr un mundo más pacífico, seguro y libre de armas nucleares)9. A mediados de la década de 1990, el arsenal nuclear soviético volvió a manos rusas, los materiales fisibles, la tecnología y los conocimientos científicos fueron puestos bajo control y la seguridad nuclear rusa experimentó una notable mejoría. Sin embargo, el deterioro del régimen de proliferación nuclear ya era una realidad: Pakistán estaba a punto de obtener el arma atómica y Corea del Norte e Irán estaban desa- 980 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Diciembre 2013


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