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REVISTA DE AERONAUTICA 829

75 aniversario EJÉRCITO DEL AIRE 1939-2014 minar trágicamente. Aquellas grandes cometas llevaban en su timón, o en un ala, como insignia social, la sigla B.C.D., iniciales de los nombres de la infantil asociación. El 26 de mayo de 1911, los tres amigos se hallaban en Getafe, esperando la llegada del aviador Jules Vedrines, que realizaba el vuelo París-Madrid, en aquella época, admirable. Al aterrizar, rodeado de autoridades, periodistas e inmensa muchedumbre, Vedrines bebió una copa de champán que le fue ofrecido por Ricardo Ruiz Ferry, redactor deportivo de “Heraldo de Madrid”. Este periodista entregó a Juanito la copa de cristal en que bebió Vendrines, con la condición de que habría de servir de trofeo para un concurso de modelos, con motor de gomas, único sistema que en aquel entonces se podía emplear. El concurso tuvo lugar poco después, en los despoblados detrás del Retiro, y fue ganado por Cierva. Como un tesoro, conservó muchos años aquella sencilla copa de cristal. Este concurso llevó a los tres amigos a la idea de construir algún modelo mayor, con propulsión propia. Para ello, aprovecharon un pequeño motor de gasolina, de medio caballo que tenía Barcala, procedente de un grupo electrógeno de juguete. En la carpintería de Díaz, se construyó este primer BCD con motor, que era biplano, de unos tres metros de envergadura. La célula estaba bien hecha y de poco peso, pero el del motorcito resultó superior al que el aparato podía sustentar en vuelo; había que lanzarle en fuerte pendiente para que despegase. Este fracaso sugirió a sus constructores el llevar a cabo empresas más importantes. Una circunstancia especial vino a favorecerles. Por aquel tiempo, el aviador francés Jean Mauvais hacía exhibiciones en ferias y fiestas de provincia, y también en Madrid, realizando pequeños vuelos, que entonces asombraban a la gente. En un accidente, sin peores consecuencias, deshizo su aeroplano, pero no su motor, que era un rotativo “Gnome” de 50 caballos. Reparado éste en un taller de un amigo de Díaz, el francés se puso en relación con la BCD. Ofreció su motor, a cambio de que lo montasen en el aeroplano que Cierva y Barcala ya tenían pensado, y rudimentariamente proyectado. Mauvais había de ser quien lo probase y pilotase, y posteriormente lo utilizase en nuevas exhibiciones remuneradas. Las condiciones no podían ser más beneficiosas para el aviador, y demuestran el desinterés y despreocupación económica de aquellos muchachos. Su único deseo era contribuir al progreso de la Aviación. Roberto Alarcón Pérez REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Diciembre 2013 997


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