Page 56

REVISTA DE AERONAUTICA 829

Es ilusorio renunciar a la aviación, ni siquiera reducirla y restringirla. Habrá que hacer otra cosa: compensar sus deformaciones, combatir sus riesgos desde dentro, desde ella misma Es indudable que el uso frecuente de la aviación provoca un sentimiento de desarraigo. El que vuela con frecuencia está “en cualquier parte”, sin conciencia de haber viajado ni particular referencia a la posición real de los lugares en que está. ¿Es esto un mundo? Si lo es, sus caracteres son distintos de los del mundo tradicional. En todo caso, es un mundo funcional, compuesto de puntos entre los cuales no hay nada. Algo que hace pensar en la situación de los cuerpos celestes en el espacio. La estructura real, geográfica –o histórica y cultural– del mundo queda sustituida por otra: la de los proyectos del viajero, que en muchos casos se reduce a un calendario de actividades. Añádese a esto que la densidad de la aviación ha limitado mucho su libertad. Dije antes algo esencial: la supresión de los caminos, el hecho formidable de que para el avión todo es camino y no hay direcciones privilegiadas. Pero después de afirmar esto, hay que hacer una importante restricción: hoy las líneas regulares usan rutas muy rigurosamente determinadas, con lo cual reaparecen los caminos y las direcciones privilegiadas. Normalmente, un avión sigue un derrotero “habitual”, que es señalado por los controladores de vuelo, y el piloto obedece esas indicaciones, con frecuencia seguidas en la mayor parte del viaje por los instrumentos automáticos. por eso hay problemas de tráfico, condensaciones que a veces lo hacen casi imposible, paralizaciones cuando los servicios técnicos o humanos fallan. Queda con los atributos de épocas pasadas la aviación privada y personal, los pequeños aviones y avionetas que permiten una mayor libertad de movimientos. He tenido ocasión de hacer algunos vuelos de este tipo en los Estados Unidos, que con buen tiempo son deliciosos: la impresión de volar es mucho más intensa, el contacto con el espacio aéreo y el paisaje terrestre mucho más real. Pero la interferencia de estos vuelos con los de las líneas regulares es cada vez más peligrosa, y crecientes limitaciones pesan sobre el avión privado. La “improvisación” tiende a desaparecer del espacio aéreo en todas partes. El riesgo de desarticulación de la estructura del mundo, de abstracción y desarraigo me parece considerable. A medida que la aviación se desarrolla, hay cada vez más vuelos a todas partes y los usa una fracción mayor de la población, los efectos sociales y personales son mayores. Hace ya varios años que el número anual de viajeros aéreos en los Estados Unidos pasó de los 200 millones lo cual equivale a que todos los americanos hiciesen algún vuelo al año. Dentro de muy poco, la totalidad de la humanidad –al menos en Occidente– estará sujeta a las experiencias del vuelo, positivas y negativas, con lo que tiene de fabuloso aumento de las posibilidades, de enriquecimiento y también de desorientación. No creo en la marcha atrás en cuestiones históricas. El avión, y esto parece simbólico, no la conoce ni la puede practicar. Es ilusorio renunciar a la aviación, ni siquiera reducirla y restringirla. Habrá que hacer otra cosa: compensar sus deformaciones, combatir sus riesgos desde dentro, desde ella misma. No se trata de volar menos, ni más despacio, sino al revés: se volará más y a mayor velocidad y –si es posible– se perderá menos tiempo en lo que no es vuelo, con lo cual se acelerará aún más el viaje aéreo. Habría que reforzar el conocimiento de la estructura real del mundo, de manera que se restableciera en la mente del que viaja. Los mapas deberían acompañar a todos los impresos de vuelo; algunas líneas aéreas facilitan a los pasajeros excelentes mapas de sus itinerarios, y esto se debería generalizar. Si a ello se añadiera una breve explicación sobre los lugares recorridos, sería aún más eficaz. Sería también posible estimular la visita de las ciudades a las que se llega; es muy alto el número de los viajeros que llegan a una ciudad, realizan una función profesional en ella y no tienen el menor contacto con su realidad; a veces no tienen tiempo; otras veces tienen que “hacer tiempo” hasta la continuación del viaje o el regreso, y no saben cómo. ¿No se podría favorecer la transformación del viaje abstracto (aeropuertos, hoteles, oficinas) en un viaje concreto humano (calles, parques, museos, iglesias, espectáculos, excursiones al campo cercano)? La aviación podría ser un instrumento fabuloso para que el hombre sustituya su angosta perspectiva particular por un sistema coherente de otras, igualmente concretas, que lo ayuden a conquistar la universalidad.• 1006 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Diciembre 2013


REVISTA DE AERONAUTICA 829
To see the actual publication please follow the link above