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REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 853

orbital de los residuos hasta que reingresen y se vaporizaran en la atmósfera. La Agencia Federal Espacial de Rusia pretende diseñar y construir una nave llamada “liquidador” para limpiar de restos la órbita geoestacionaria. Durante una única misión que podría durar hasta 6 meses se haría cargo de 10 satélites y etapas de cohetes. Con una vida prevista de una década y a dos misiones por año “liquidaría” hasta 200 grandes objetos espaciales. Europa tiene el programa “Clean Space” cuyo propósito es emplear tecnologías verdes en las naves y lanzadores para evitar la acumulación de residuos en el espacio. Además prevé lanzar en 2021 la primera misión “e.Deorbit”, que capturará fragmentos de basura espacial de hasta 4 toneladas de las órbitas LEO para, acoplados a ellos, descenderlos para acabar ambos desintegrados de forma segura en contacto con nuestra atmósfera. Proyectos privados hay infinidad, pero carecen de recursos económicos aunque no de creatividad. Sus propuestas van desde geles espaciales que viajarían “pegando” chatarra a su paso hasta que su masa creciente los obligase a caer hasta una abrasadora reentrada terrestre; microsatélites que impulsarían la chatarra hacia zonas seguras; otros que servirían de grúas espaciales; un “comecocos” inspirado en los videojuegos Pac-Man; redes gigantes; paraguas; arpones; globos; amarres electrodinámicos; velas desplegables o brazos robóticos, entre otros. El proyecto más avanzado es el suizo CleanSpace One. Son unos pequeños satélites que podrían, a partir de 2018 si se cumple el calendario, capturar grandes fragmentos de basura para destruirlos en un viaje sin retorno hacia la atmósfera terrestre, donde ambos «Generalmente los fragmentos caen sobre la Tierra y el 99,9 por ciento de los que regresan acaban desintegrados al entrar en la atmósfera» se desintegrarían. Ese mismo año la japonesa Astroscale probará una idea similar, aunque más ambiciosa en sus objetivos de limpieza. Un satélite transportará seis pequeñas sondas, llamadas “niños”, que localizarán piezas de hasta 100 kilos, se pegarán a ellas y mediante impulsos los frenarán hasta tener un fin similar al proyecto suizo. Como original destaca una idea de la Universidad de Tsinghua en Beijing, China. Pretenden fabricar una nave que se alimente con basura espacial. Todo aquello que cayese en su “boca” sería calentado para transformarlo en un plasma de iones y electrones que impulsaría indefinidamente a la nave en su tarea de limpiar el cielo de desechos orbitales. Un último punto, preocupante, es la militarización de la chatarra. Con varias naciones armadas con misiles antisatélites y naves espaciales furtivas, (algunas se camuflan entre la basura espacial según las Fuerzas de Defensa Aeroespacial de Rusia), cualquier incidente relacionado con la destrucción o daño de un elemento de la infraestructura espacial de las grandes potencias creará, seguramente, una crisis de final imprevisible. La pérdida de un activo causada accidentalmente o no por la basura espacial, tanto sea conocido o no el atacante, podría generar un conflicto que desembocase en acciones armadas. La política espacial del Departamento de Defensa de EE.UU. es clara en este sentido. Considera que un ataque contra un sistema espacial propio o contra uno construido por varios países aliados se consideraría un ataque contra una coalición y no solo contra Estados Unidos. Para China el Cosmos es unos de sus cuatro “dominios de seguridad críticos” y, por tanto, un lugar en el que no permitirá ni injerencias ni frenos a sus pretensiones. La amenaza más alarmante es que algún país, sin infraestructuras espaciales propias, convierta al Cosmos en un campo de batalla al que llevar sus lanzadores cargados de chatarra para crear campos de minas que acabasen con los satélites de sus enemigos, una destrucción que podría cambiar el mundo tal como lo conocemos hoy en día. • REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Mayo 2016 421


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