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REVISTA AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 843

locales de firmar un documento escrito en vietnamita, en el que supuestamente reconocía haber aterrizado ilegalmente. Tras las oportunas modificaciones, pude firmarlo ante los tres funcionarios (el bueno, el feo y el malo) y abandonar finalmente su tenebroso edificio de seguridad. Pero los problemas se reprodujeron de nuevo en Da Nang (donde los restos de los bombardeos aún estaban visibles) debido al suministro de combustible, un combustible de baja calidad que me produjo fallos de motor en la vertical de Hanoi, donde, por supuesto, no deseaba aterrizar. China fue impresionante y el trato recibido en sus aeropuertos (además de no hacerme pagar los 1.300 dólares de tasas de aterrizaje en tres de ellos) muy bueno. La tormenta sobre Harbin, al noreste de China, a mi regreso por prohibición de entrada en espacio aéreo soviético, fue peligrosa (nada que ver con los monzones Indios), con nubes mameladas y turbulencia fuerte. Tras unas dos horas de huir de una tormenta que parecía perseguirme, pude aterrizar y salir al día siguiente, esta vez, con la garantizada autorización soviética. Kabarovsk, el aeropuerto de entrada, estaba envuelta en niebla y humos de grandes incendios locales, con una visibilidad de tan solo 200 m; y eso sí, un buen controlador de GCA (Aproximación Radar controlada desde tierra) Rodeado de serios militares con gorra enorme, todo fueron atenciones. Allí conocí a mi navegante, Alexander Markovich, una persona tan amable como valiente: subir a ese minúsculo avión, con un peso de 297 kilogramos y piloto desconocido, requiere de una gran dosis de disciplina, muy próxima al que acepta una misión suicida. Fueron seis días de vuelos a lugares remotos, antiguos puestos de vigilancia radar de la guerra fría. En el último salto un violento engelamiento que casi nos deja para siempre formando parte de la estepa siberiana, sin olvidar el remanente de unos seis litros de combustible, al aterrizar en Anadyr. Ya de nuevo en solitario, la alegría de cruzar el estrecho de Bering, tras volar por encima de una enorme manada de ballenas belugas y aterrizar en Nome, Alaska. A partir de allí todo facilidades, tanto en Canada como en Estados Unidos, para finalmente llegar una semana tarde a la reunión anual de la Experimental Aircraft Association, en Oshkosh, con la satisfacción de que esperaron a clausurar el evento, a mi llegada. A petición del SHYCEA al Estado Mayor del Aire, fui honrado con una Cruz al Mérito Aeronáutico por ese gran vuelo, y eternamente agradecido por todo el apoyo recibido por el Ejército del Aire, no solamente moral, sino mediante el suministro de equipo de supervivencia y gestiones internacionales a través de las Agregadurías. GRANDES VUELOS HISTÓRICOS ESPAÑOLES Volando por las costas de Pakistán, y sintiendo sobre India los monzones en el parabrisas de mi avión, la mente 448 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Mayo 2015


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