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MEMORIAL DE CABALLERIA 84

Varios 102 MISCELÁNEA Los clarines también se escucharon en las Fuerzas Marroquíes Indígenas de las plazas africanas del Protectorado, así como en las Provincias de Ultramar. Respecto a estos últimos territorios, la organización que se recoge en la Orden de 5 de julio de 1881 nos revela que los dos regimientos de caballería del Ejército de Cuba, Rey nº 1 y Reina nº 2, contaban cada uno con una banda de dieciséis trompetas, un maestro y un cabo; y los ocho Regimientos de Tiradores, cada uno con ocho trompetas y un cabo. En el caso de los Tercios de Guerrillas Montadas de Puerto Príncipe y Santa Clara, tenían bandas de cuatro cabos y dieciséis trompetas. El auge de las bandas de clarines de los cuerpos montados comienza a experimentarse a principios del siglo XIX, una vez terminada la Guerra de la Independencia contra el invasor francés, pero es en la segunda mitad cuando alcanza su cénit. En la reorganización del Ejército de 1815 se creaba una curiosa institución denominada Escuela de Trompetas y Educandos, que se estableció en Leganés (Madrid), que también fue recogida en la Real Orden de 10 de junio de 1835, cuando decía: «…donde se reúnan todos los de los Cuerpos de la expresada Arma de Caballería, a cargo, para su instrucción, de un buen Trompeta Maestro…». A partir de 1837, y a lo largo de una década, también contó con bandas de clarines la Milicia Nacional. Así mismo hay referencias a escuelas de este tipo en 1841 en Vallecas (Madrid) y otra, en 1842, en Alcalá de Henares (Madrid). A finales del XIX, según la reseña de la Gran Diana interpretada con motivo de la iniciación de las Fiestas del Cuarto Centenario del Descubrimiento, Madrid contaba con muchas bandas montadas, entre las que destacaban las de los regimientos de caballería Cazadores de María Cristina Maestro Garrido, del Grupo de Artillería   a Lomo nº 41. Década de los 70 del s. XX Memorial de Caballería, n.º 84 - Diciembre 2017 y Dragones de Lusitania, y las de Artillería en sus Regimientos cuarto, quinto y decimocuarto, y segundo de Montaña. A comienzos del siglo XX se contabilizaban las bandas de los treinta regimientos de caballería y las de los dos Grupos de Escuadrones de Mallorca y Canarias, así como veinte de Artillería, incluidos los Regimientos Mixtos de Ceuta y Melilla. Todo este conjunto de unidades evolucionaba bajo un solo sonido musical, el que sus clarines marcaban, compartiendo los mismos toques, aunque en algunas armas existían algunos diferentes, especialmente en Artillería, que sería la última en abandonar el clarín. Toques generales de los Cuerpos Montados Don Joaquín de Sotto y Montes, en su Síntesis Histórica de la Caballería Española, nombraba un toque de la época feudal, Anubda, a cuya llamada los guerreros debían acudir rápidamente, ya armados y montados al lugar de asamblea. Más adelante en la Edad Media, este mismo autor y en la misma obra, volvía a citar otro toque, Apellido. Como en el anterior, tenían que acudir todos los peones y caballeros al lugar señalado, indicándose también la pena o sanción que les sería impuesta en caso de no asistir. La trayectoria de los diversos toques y las necesidades que para cada Cuerpo eran precisas, hicieron que una vez creado el primer Ejército español, las Guardas Viejas de Castilla, se fuesen unificando en un proceso que no se concretó hasta el siglo XVIII con Carlos III. No obstante, en reglamentos anteriores ya se establecían los distintos toques asignados a cada Cuerpo. Valgan como ejemplo las Ordenanzas Generales dadas en 12 de julio de 1728 para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de la Infantería, Cavallería y Dragones de los Exercitos en Guarnición y en Campaña, que dedicaban el Título V del Libro II a los Toques que han de observar


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