profesionales
Los «apagafuegos»
del aire
Los hombres y mujeres del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas están
desplegados por toda España con once aviones en la campaña
contra los incendios forestales
TANTO si vuelan como si
ocupan un puesto en tierra,
los casi 150 hombres y mujeres
del 43 Grupo de Fuerzas
Aéreas saben que cuando la mayoría se
va de vacaciones a ellos les llegan los
días más duros del año. Es cuando se
produce el mayor número de incendios
forestales, en cuya extinción colaboran
con once aviones Canadair CL-215T
y Bombardier CL-415, capaces de dejar
caer sobre las llamas hasta
6.000 litros de agua en una sola
pasada.
Desde el 1 de junio y hasta
el 31 de octubre están desplegados
en Pollensa (Baleares),
Zaragoza, Málaga, Badajoz,
Salamanca, Santiago de Compostela
y Madrid. «Pero tardamos
menos de una hora en
llegar a cualquier punto de la
península», señala el jefe del
431 Escuadrón, teniente coronel
Carlos Javier Martín Traverso.
El Ejército del Aire es el
encargado de mantener y operar estas
aeronaves pero la decisión de cuándo
y dónde participan es del Ministerio
para la Transición Ecológica y el Reto
Demográfico.
Este año la campaña está condicionada
por el COVID-19. A todos les
exige un esfuerzo adicional. Y es que
las medidas de distancia establecidas
por la pandemia son difíciles de mantener
en la cabina de los apagafuegos. «Estamos
hombro con hombro y, aunque
tomamos la determinación de volar con
mascarilla, no es fácil. Estos aviones cogen
mucho calor cuando están parados
en las pistas y, durante el arranque, no
hay aire acondicionado. La mascarilla
es un estresor más, produce cansancio
y merma las capacidades», asegura el
teniente coronel Traverso.
Las largas jornadas de trabajo y
los constantes desplazamientos a los
destacamentos dispersos por todo el
territorio condicionan la vida familiar
de estos bomberos del aire. «Lo normal es
permanecer una o dos quincenas seguidas
en una base y hacer servicios de 24
horas», añade. En ese tiempo compaginan
su tarea principal, apagar incendios,
con su rol secundario: apoyar en
misiones de búsqueda y rescate.
Aunque el trabajo se incrementa
durante los meses de calor, en el 43
Grupo siempre hay alguien de guardia.
«Cuando suena el teléfono, por un lado
quieres que sea para comunicar que
hay un incendio, porque quieres volar,
pero, por otro, esperas que solo se trate
de una llamada de coordinación», señala
el teniente coronel consciente del
daño que estos siniestros producen en
nuestros montes. Y, desde el momento
en que les dicen que hay una salida,
comienzan a anotar coordenadas, estudiar
cómo es la zona, donde podrán
cargar agua, cómo es la orografía…
«Lo normal es que tardemos algo menos
de media hora en despegar, aunque
hay margen de una hora.
Tenemos el record de no haber
salido nunca tarde», añade. En
ocasiones, los datos de la misión
los recopilan mientras vuelan
de camino hacia la zona incendiada.
«En ocasiones, estamos
en un incendio y nos derivan a
otro. Tenemos que adaptarnos
sobre la marcha», puntualiza el
capitán Miguel Maroto.
Los dos primeros meses de la
campaña fueron tranquilos, con
algunos incendios menores. No
así los últimos días de agosto en
los que tuvieron que emplearse a fondo
para sofocar varios fuegos simultáneos.
en Almonaster la Real (Huelva) y en
los municipios cacereños de Cabezuela
del Valle y Aldehuela. Aún faltan 60
días para que finalice la campaña, pero
al cierre de esta información, han sido
más de 200 los incendios en cuya extinción
han colaborado los inconfundibles
apagafuegos. Para ello, han volado 735
horas y descargado más de 10.000 toneladas
de agua.
Elena Tarilonte/Fotos: Hélène Gicquel
Septiembre 2020 Revista Española de Defensa 33