Un grupo de militares es acogido por una multitud en Bamako tras el golpe
de Estado del 18 de agosto. A la izquierda, un vendedor ambulante en
las calles de la capital y un grupo de tuaregs en el norte del país. Debajo,
militares españoles del destacamento Marfil realizan una misión de transporte
estratégico en apoyo a las capacidades regionales de los países participantes
de AFISMA y Francia para apoyar a Malí en su lucha contra el yihadismo.
Septiembre 2020 Revista Española de Defensa 47
Ejército del Aire
Collection Christopher/EFE
Las líneas rectas que, en el mapa, separan
Malí de Argelia o de Mauritania
poco significan para los tuareg. Muchos
de ellos, de hecho, habían trasladado su
hogar a Libia durante la época de Gadafi,
pero, cuando en 2011 cayó el régimen
del coronel, tomaron armas y bagajes
(las suyas y todas aquellas que consiguieron
saquear), y se volvieron a casa.
De profesión mercenarios, allí se unieron
al Movimiento Nacional para la Liberación
de Azawad (MNLA), una región que
se correspondería —grosso modo— con la
parte desértica del mapa.
En cuestión de meses, el Ejército de
Malí estaba derrotado y en franca retirada.
En Bamako se produjo un golpe
de Estado que derrocó al presidente
Touré. En apenas unos días, el MNLA
tomó cuatro ciudades del norte del país
y declaró la independencia del Azawad.
Pero entre los yihadistas también surgieron
las discrepancias. La facción más
radical de los tuareg, con grupos como
Ansar-Al-Dine o MUJAO (Movimiento
para la Unidad y la Yihad en África Occidental),
decidió imponer la ley islámica, la
sharia, en los territorios que ocupaban,
desplazando de este modo a los moderados
de la organización. Poco después,
estaban integrados en Al-Qaeda en el Magreb
Islámico (ahora, el JNIM).
Naciones Unidas atendió la solicitud
de ayuda del gobierno maliense y
su Consejo de Seguridad dispuso en su
resolución 2085 —ya en diciembre de
2012— enviar tropas al país y entrenar
al ejército regular. Se trató de una medida
de emergencia que no impidió que
los islamistas siguieran avanzando hasta
estar a 600 kilómetros de la capital.
RESPUESTA INTERNACIONAL
Francia, antigua potencia colonial, se
vio obligada a intervenir e, inmediatamente,
desplegó la operación Serval (en
referencia a un gato salvaje endémico de
la región). Una serie de operaciones
Pepe Díaz
H. Diakite/EFE