convoyes, supusieron una de
las pruebas más duras para la
resistencia física y psicológica
de sus pasajeros. Algunos pudieron
evadirse, pero la mayoría
llegó el 29 de agosto de 1944 al
campo de Dachau, de ellos 70
españoles, aunque lo hicieron
en tan malas condiciones que
los propios internos del campo
los recibieron impresionados.
Dachau, que se abrió en 1933 como campo
de trabajo y rehabilitación, terminó siéndolo
de exterminio. Muchas obras cuentan
las dramáticas condiciones que sufrieron
los internos. Entre ellas está La escoria de
la Tierra, del húngaro Arthur Koestler, o 8
Caballos, 70 hombres: El tren fantasma, del
periodista italiano y superviviente Francesco
Nitti. «Admiro su gran moral, su dignidad y el
coraje con que afrontan todas estas pruebas
a pesar de la edad y de la mala salud», escribe
Nitti sobre los coroneles Redondo, Blasco
y Velasco, con los que coincidió en el tren.
HUNDIMIENTO FÍSICO Y MORAL
En Dachau alguno no pasó de la entrada,
como el coronel Velasco, que llegaba muy
enfermo y lo apartaron del grupo. Solo después
de mucho tiempo se averiguó que fue
trasladado al campo de Bergen-Belsen, el
mismo en el que estaba recluida la niña judía
Ana Frank. Murió en noviembre de 1944.
Nos cuenta García-Miranda que se formaban
colas una vez al mes para seleccionar
entre fuertes, débiles y normales, una
especie de ruleta rusa sin pistola, dirigida por
los implacables guardianes de la guadaña. El
arraigado instinto de supervivencia inherente
al ser humano hacía que algunos se cambiaran
de fila para no destacar y colocarse en
una posición que les situase en el bando de
los normales, lo que significaba que era para
trabajar. Los débiles, los declarados inútiles,
iban directamente a la cámara de gas.
«El hundimiento moral total del ser humano.
Al elegir salvarte… podías provocar
la muerte de otros», reflexionaba García-Miranda,
que llegó incluso a hacer de conejillo
de indias en un programa de investigaciones
médicas (en Dachau se estudió la malaria)
por un vaso de leche.
Así pasaron muchos meses hasta que un
día de abril de 1945 las tropas estadounidenses
de la 45ª División de Infantería liberaron
el campo de Dachau, con 32.000 presos.
Tras la liberación, se pudo
conocer la fatídica suerte de
cada uno de los protagonistas
de esta historia, gracias a las
cartas que envió un famélico
y extenuado García-Miranda
—sus 39 kilos de peso le impidieron
moverse durante semanas—
a su esposa Lucía.
«Una triste noticia: todos
los otros camaradas; Velasco,
Blasco, Marín, Salavera, Redondo y Amer
han muerto de tifus y de hambre. Darás la
triste noticia a Mme. Amer y a la familia de
Redondo con las precauciones naturales. Si
conoces la dirección del general Gámir escríbele
enseguida para que hable con nuestros
representantes al objeto de que demanden
a las autoridades francesas nuestra rápida
evacuación, o que envíen al menos víveres
y tabaco. Somos 200 españoles. Militares
de carrera quedamos solamente dos: un comandante
y yo (...)». (Primera carta, del 2 de
mayo de 1945).
Unos días después, el 8 de mayo, escribía
la segunda misiva, con más información: «Velasco
se puso muy enfermo al poco tiempo
de llegar, lo sacaron del campo y no hemos
vuelto a saber de él, lo más probable es que lo
gasearan. Blasco murió en diciembre y Amer
en febrero, los dos porque perdieron la moral
y el ánimo, se acobardaron y esa fue su perdición;
Salavera murió en enero consumido por
la diarrea, los piojos y los malos tratos; Marín
murió en febrero del tifus, y Redondo murió en
la noche del 8 al 9 de marzo de fiebre, piojos y
sobre todo hambre; dormíamos juntos y murió
abrazado a mí, hablándome de sus hijos; toda
la noche desde las 11 la pasé con el pobre
cadáver y a la madrugada, ayudado por otro
español, pudimos lavarlo y arreglarlo un poco
antes de que se lo llevaran. Yo vivo de milagro,
pero vivo, y prefiero no seguir hablando
de cosas tan trágicas».
En la carta le pide de nuevo que escriba
al general Gámir para que se interese por su
evacuación, «pues soy el único militar que
queda (han muerto aquí también el Tte. Coronel
Luengo, el Tte. Coronel Díaz-Tendero,
el Comandante San Martín y otros)…»
Mención aparte merece la fortuna del general
Gámir, que se libró del trágico destino de sus
compañeros al ser enviado a un hospital. Pudo
ver la liberación de París y, aunque defenestrado,
regresó a España, igual que el teniente coronel
García-Miranda, los dos únicos que volvieron.
Carné de la Resistencia del
teniente coronel García-
Miranda. Archivo familiar.
Legados del procedimiento
sumarísimo 338-V42 de la
Causa General contra el
coronel Velasco, declarado
en rebeldía. Archivo General e
Histórico de Defensa, Madrid.
Abril 2022 Revista Española de Defensa 65