NUESTROS LEGIONARIOS
D.L. LAURA PIÑERO GARRIDO
MI LLEGADA A LA GRAN
FAMILIA LEGIONARIA
Llegado el momento, podemos decir con la cabeza bien alta
que hoy somos damas y caballeros legionarios y que, día
tras día, estamos cada vez más orgullosos de vestir nuestro
uniforme verde sarga, uniforme con gran tradición e historia,
identificativo de La Legión.
Nuestra andadura castrense empieza un 08 de noviembre,
donde pisamos por primera vez el CEFOT 2 ubicado en San
Fernando, todos sentíamos un conjunto de emociones difícil
de explicar, una mezcla de nervios, emoción y respeto, allí
empezaba un sueño. Los meses en Centro de Formación
de Tropa (CEFOT), fueron un verdadero «juego de naipes»,
formaciones, duchas exprés, revistas, carreras, flexiones,
orden cerrado y algún que otro «camaleón»... Era un continuo
estado de tensión que ahora recordamos con cariño, y como
olvidar aquellos menús de «sopa de y patatas con». Junto
con unas maniobras en el CMT del Retín, con bonitas cuestas
donde hacer paso ligero, lleno de vacas, las cuales fueron
nuestras compañeras en la soledad de la noche, donde al
mínimo despiste te rodeaban.
Tras el CEFOT tocó la UFAL, el primer día que nos
presentamos en la Base Militar Álvarez de Sotomayor, se
respiraba un ambiente de tensión, cogimos aire y cruzamos
la puerta con el lema «legionarios a luchar, legionarios a
morir» ¡Entrabamos en La Legión!, Nos dirigieron a lo que
sería nuestra compañía, allí empezaría una nueva etapa, la
disciplina y el buen hacer de los legionarios estaba presente
cada día, recitando el Credo Legionario, entonando las
canciones, y desfilando, habituando al cuerpo a una nueva
rutina, con frases tan célebres como «¡el brazo atrás, que
sube solo!» o “¡corto picao, corto picao!”. Empezamos el
primer día de campo, un miércoles que tocó lluvia incesante,
parecía que se estaba reservando para ese día, como dirían
los románticos de esta empresa «es un glorioso día de
infantería».
Conforme se fueron acercando las últimas semanas, los
ensayos se iban intensificando y, con ellos el calor, haciéndose
presente en el patio de armas con un suelo abrasador
donde hacer los movimientos de las tablas de combate. Los
nervios estaban a flor de piel, no podía fallar nada camino
a ese día tan especial, cada paso, cada movimiento, era
como un examen que no debíamos errar cuando llegara el
gran día de nuestra alta legionaria, con nuestros familiares
y futuros compañeros mirándonos atentamente. Y así, llego
la señalada fecha, cabeza arriba, marcialidad y movimientos
enérgicos. Por primera vez cantamos la canción del Novio
de la Muerte en un acto oficial como damas y caballeros
legionarios, la emoción de ese momento era incomparable
a la de los ensayos, con los pelos de punta y nuestro gorrillo
ladeado, todos dimos el máximo para asegurarnos de que,
como todo en La Legión, fuera lo más enérgico, lo más airoso
y lo más marcial que pudiera desearse.
En mi nombre y el de todos mis compañeros, desde estas
páginas, queremos dar las gracias a todos los mandos y
compañeros que han hecho posible esta experiencia, de
quienes hemos aprendido mucho, y nos han inculcado y
formado para ser las mejores damas y caballeros legionarios
que la Patria pueda esperar y empezar a formar parte de esta
gran Familia Legionaria.
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