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MEMORIAL CABALLERIA 80

Historia y Patrimonio HISTORIA se necesitaban unidades con mayor movilidad para el reconocimiento, vanguardias, flanqueos, reservas y explotación del éxito. Una vez llegado al contacto, la caballería debía echar pie a tierra aprovechando el terreno y, con apoyo de ametralladoras y artillería, lanzar un ataque contra un enemigo inferior o desprevenido o bien bloquear su avance en una línea de terreno. La carga quedaba reservada para circunstancias muy excepcionales que solo jefes con la cabeza fría y un buen ojo táctico serían capaces de apreciar. En ningún caso estamos hablando de infantería montada: las misiones y tácticas son las de caballería; una vez llegado al contacto se combatiría con los mismos procedimientos pero la caballería siempre estaría en disposición de continuar el avance rápido o replegarse a la siguiente línea de retardo usando la movilidad y rapidez que le confieren sus monturas. En suma, el anacronismo era la carga, no la caballería a caballo que debía mantenerse hasta que se encontrara un sustituto válido, cosa que ocurriría pocos años después. Guderian describe en su libro Achtung Panzer el fracaso de la caballería alemana cargando contra la vanguardia belga, pero esta vanguardia estaba formada por unidades de caballería que había desmontado para hacer frente al avance alemán. CABALLOS versus CARROS. EL DEBATE DE ENTREGUERRAS Cualquier historia militar de la Segunda Guerra Mundial, al tratar las tácticas de los contendientes, suele comenzar con el debate entre caballería y carros popularizado por tratadistas como Lidell Hart. Sin embargo resulta difícil de creer que el fracaso de los aliados se debiera a que prevaleció la caballería. El ejército británico fue el primero en crear grandes unidades acorazadas, mientras que el francés en 1939 solo estaba por detrás del soviético en cuanto a potencia y número de carros de combate. El cómo los emplearon es otra historia. El mencionado experto en historia de la guerra acorazada escribió un libro, Al otro lado de la colina, sobre los generales alemanes de la Segunda Guerra Mundial que él consideraba más relevantes. El primero de ellos y uno de los más importantes no llegó a participar en ella. Hans von Seeckt ocupó el puesto de jefe del pequeño y desarmado ejército en la posguerra y lo convirtió en el embrión de la fuerza terrestre más poderosa desde la «Grande Armée» de Napoleón. El principal reproche del teórico británico al general alemán es su decidida apuesta por el mantenimiento de una caballería potente. Sin embargo su apuesta era perfectamente coherente y se inscribía en otra más fuerte para restaurar la maniobra en el campo de batalla. A la postre, sería este rumbo decididamente marcado desde el principio, unido al impulso armamentístico de los años 30, el que conduciría a la «guerra relámpago» que asombraría al mundo. Seeckt propugnaba la creación de grandes unidades en torno a la caballería, concebidas para la ejecución de operaciones móviles e independientes. En el combate interarmas estaba el núcleo de su concepto táctico. La caballería sería apoyada por infantería motorizada, artillería, logística sobre ruedas, transmisiones y aviación, aunque el término «apoyar» no describe exactamente la naturaleza auténticamente sinérgica del combate interarmas, basado en Memorial de Caballería, n.º 80 - Diciembre 2015 69 la combinación de efectos. El ejército ruso-soviético se había curtido en el frente oriental de la Gran Guerra, en la guerra civil rusa y en el conflicto bélico con Polonia. Todo ello en los grandes espacios del este europeo, donde nunca fue posible constituir un frente continuo como en el oeste. Aquí todavía fue posible el empleo de la maniobra y las grandes masas de caballería. También en Rusia hubo debate respecto a la mecanización, pero ninguno de los bandos proponía prescindir de la caballería. La escuela de Budenny propugnaba su empleo del modo tradicional, al igual que el resto de armas, en una batalla que se decidiría por el desgaste. La de Thukachevskii sostenía la teoría de las operaciones en profundidad, donde una combinación de caballería, carros, vehículos motorizados y aviación debía alcanzar rápidamente objetivos operacionales. Desgraciadamente para el pueblo ruso, Stalin prefirió la mayor fiabilidad política de Budenny. Más allá de la repetida y tópica historia de los románticos jinetes contra los visionarios tanquistas, está la realidad de los ejércitos que apostaron por la maniobra y utilizaron la caballería a caballo


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