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165 Luis de la Corte Ibáñez ¿Hasta qué punto convergen el terrorismo global y .... rehén habría rondado cifras estimadas entre un millón y medio y cuatro millones de dólares. También se ha calculado que, desde 2008, los yihadistas y sus colaboradores habrían rentabilizado los secuestros con unos beneficios que oscilarían entre 40 y 65 millones de dólares. Asimismo, varios pagos recibidos por secuestros en el Sahel se han acompañado de la liberación de criminales y militantes que permanecían recluidos en prisiones de Malí o de Mauritania; entre los liberados, se encuentran militantes del AQMI y de uno de sus aliados yihadistas en la región como el MUYAO (Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental). Los datos disponibles sobre Irak en materia de secuestros no son menos significativos. Facilitada por una tradición de secuestros relacionados con disputas tribales, conflictos de negocio y matrimonios forzados, tras la caída de Sadam Hussein esta actividad se convirtió rápidamente en una especie de epidemia de la que participarían profusamente viejas y nuevas redes criminales, además de las facciones insurgentes. Muy pronto, los secuestros llegaron a representar el 70% de los delitos registrados, con una media de dos secuestros diarios. Sólo en el año 2004, esa proporción creció desde dos hasta un total de diez incidentes por día. Para la época de mayor intensidad, se ha estimado una media de 6.000 secuestrados por año. A diferencia de lo ocurrido en el Sahel, en Irak los extranjeros sólo constituirían uno de entre muchos blancos para los secuestradores, predominando abrumadoramente la cifra de iraquíes aprehendidos. Entre las víctimas nacionales, se incluirían funcionarios, hombres de negocios, banqueros, doctores, profesores universitarios y científicos, mujeres, adolescentes y niños. El precio medio de cada rescate se ha calculado en torno a los 25.000 dólares por rehén. Los gobiernos de coalición que sucedieron en el poder a Sadam Hussein han reconocido, en documentos internos, haber gastado varios millones de dólares con el fin de rescatar a numerosos conciudadanos secuestrados41. Uno de los informes más sólidos sobre la cuestión señala que el negocio podría haber aportado entre 100 y 150 millones de dólares por año, sin contar el dinero obtenido por secuestros extranjeros. También según el mismo estudio, esa cifra probablemente habría superado los cien millones de dólares. Aun tratándose de secuestros mucho menos frecuentes, el precio de los rescates habría sido aquí muy superior. Por otro lado, los investigadores afirman no poder precisar cuál es la proporción en que los beneficios procedentes de secuestros se han repartido entre criminales insurgentes. El carismático y temido primer líder de AQI (Al Qaeda en Irak), Abu Musab al Zarqaui, lanzaría una campaña de decapitaciones grabadas de extranjeros occidentales para su posterior difusión mediática, recurriendo así al secuestro como arma de intimidación y presión política. El primer ejemplo fue dado a conocer el 11 de mayo de 2004, día en que apareció en internet un video que mostraba la decapitación del ciudadano estadounidense Nicholas Berg, a quien sus ejecutores acusaban de tener relación con la infausta prisión de Abu Graib. Aunque otras capturas acabaron de igual modo, los yihadistas se incorporaron progresivamen- 41  Looney, Robert E. “The Business of Insurgency.” National Interest, No. 81 (Fall 2005), pp. 67– 72; Kaplan, David. “Paying for Terror”, US News and World Report, 5 December 2005, pp. 40–53; Oehme III, Chester G. “Terrorist, Insurgents, and criminal-growing nexus?”, Studies in Conflict & Terrorism, vol. 31, nº 1, 2008, pp. 80-93.


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