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MEMORIAL CABALLERIA 75

Varios Noticias del Arma Orgánica y Materiales Empleo Táctico y Operaciones Historia 202 MISCELÁNEA CAMINANTE, SÍ HAY CAMINO Cuenta la tradición que, decapitado el Apóstol Santiago por orden de Herodes Agripa allá por el año 44, sus restos fueron embarcados por sus seguidores en el puerto palestino de Jaffa y que, milagrosamente, al cabo de varios días de navegación y guiado por fuerzas desconocidas, el barco fue a arribar a la playa de Iria Flavia, a unos 32 km de la actual Compostela. Los discípulos ataron la barca a una piedra enorme llamada «O Pedrón» (que da nombre al pueblo de Padrón) y deposi-taron los restos del santo sobre una roca que se fundió inmediatamente quedando marcada en ella su cuerpo. Esto hizo pensar a los discípulos que esa era la zona donde debería de ser enterrado el Santo Apóstol. Reinaba por aquellos andurriales la famosa reina Lupa quien atendió a sus ruegos, aunque de mala gana y poniéndoles un par de trampas. Les concede un carro y dos toros bravos, en lugar de mansos bueyes, para que transporten el cuerpo del Santo, pero aquellos se vuelven mansos y se dejan uncir. También les concede el terreno para enterrarlo pero la superficie no puede exceder del tamaño de una piel de toro extendida. Los discípulos aceptan, cogen la piel y la van cortando en una tira muy fina y muy larga que al ser extendida sobre el terreno aumenta considerablemente la superficie del mismo. Convencida la reina de que son hombres de Dios, ya todo son facilidades. El 25 de julio del año 813, el ermitaño Pelagio observa una insistente y misteriosa luz que marca una zona de terreno a la que acude descubriendo la tumba. Al lugar se le llamó Compostela (Campus Stelae) que quiere decir «campo de la estrella». Avisado el obispo Teodomiro, se identifican los restos como los del Apóstol y el rey Alfonso II el Casto ordena construir una pequeña iglesia en su honor. El papa León III extendió la buena noticia por toda la cristiandad, produciéndose gran alegría y sobresalto. Por aquella época andaban los reyes cristianos en continuas batallas con los moros para conse-guir expulsarles de la península y el conocimiento de ese hecho estimuló enormemente las ansias de lucha, como lo demuestra que en el año 844 y siempre según la tradición, se apareció el Señor Santiago en medio de la batalla de Clavijo montado en un caballo blanco y combatiendo a favor de los cristianos. Todos estos acontecimientos van perfilando la necesidad de acudir en peregrinación al Santo Sepulcro en señal de penitencia y para pedir favores al Santo. La Iglesia toma medidas para facilitarlo y ordena a la orden del Cluny que organice el Camino para apoyo físico y espiritual de quienes lo recorran, y también concede una bula que perdona todos los pecados a los peregrinos que lleguen a Santiago y cumplan el ritual ordenado. El famoso vino de Albariño se dice que es el resultado de las viñas plantadas por los monjes y traídas de los famosos viñedos del Rin donde se producía el mejor vino blanco del mundo y que encontró en tierras gallegas su mejor acomodo. Por cuestiones no solamente religiosas o espirituales se fue potenciando entre los cristianos el hacer la peregrinación a Santiago y ganar las indulgencias, aunque también había razones de tipo económico y cultural, ya que al recorrer el Camino gentes de todos los países conocidos, el intercambio de culturas y conocimientos era inmenso y se traducía en amplitud de miras y mayor modernidad, lo que convirtió al Camino en algo universal por encima de localismos y banderías. También se utilizó para animar a los cristianos en la lucha contra el árabe invasor enalteciendo los valores de la fe de Cristo. Cuenta la leyenda que el propio Apóstol se apareció al todopoderoso rey Carlomagno para con-vencerle de que la Vía Láctea marcaba la dirección del Sepulcro e invitándole a iniciar la caminata. En efecto, la Vía Láctea sigue la dirección Este-Oeste y ya, desde la más remota antigüedad, servía de guía a los peregrinos anteriores al cristianismo que acudían a Finisterre (fin de la Tierra) a purificar-se. Se llamaba entonces «Camino del Arco Iris» o «Camino de Lug» (dios celta que da nombre a Lugo). Desde allí se veía morir al Sol como tragado por el océano para verlo aparecer por el lado contrario, al


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