TRILOGÍA JACOBEA - José María Sánchez-Feijóo López coronel de Caballería (retirado)

MEMORIAL CABALLERIA 75

Historia Empleo Táctico y Operaciones Orgánica y Materiales Noticias del Arma Varios 201 MISCELÁNEA TRILOGÍA JACOBEA José María Sánchez-Feijóo López coronel de Caballería (retirado) DE JACOB AL PATRÓN SANTIAGO Era una familia judía acomodada. Estaba compuesta por el padre, Zebedeo, la madre, María Salomé, y sus dos hijos Jacob y Juan. Eran naturales de Betsaida, un pueblecito en las proximidades del lago Tiberíades y eran pescadores. Se vivían tiempos difíciles de ocupación romana y de agita-ción política. El fanatismo religioso judío y el nacionalismo a ultranza tenían al pueblo soliviantado. En este ambiente fueron educados los hijos de Zebedeo y, sorprendentemente, reaccionaron de manera distinta. Juan era un intelectual, creía en la bondad, en el amor y en la ayuda al necesitado y tenía afición a la literatura; de hecho escribió dos de las obras más leídas de todos los tiempos: El Evangelio y El Apocalipsis. Jacob era violento, agresivo, creía en la lucha; era un fanático y enseguida se emocionaba con las cosas, se integraba de manera activa en los movimientos sociales y políticos, de hecho era un celote igual que Barrabás. Me imagino la sorpresa de los dos hermanos al conocer a un tal Jesucristo, judío y joven como ellos y que predicaba y practicaba cosa tan sorprendentes como amar al prójimo, devolver bien por mal, poner la otra mejilla, que era Hijo de Dios, que crearía un reino pero no de este mundo, que comía con prostitutas y que hablaba de convertir su carne y su sangre en alimento. Se integraron en este proyecto con intensidad pero, también, de manera distinta. Juan oía palabras de amor, de ayuda, de bondad y Jacob solo oía palabras de lucha, de reino, de poder, de independencia. Por ese espíritu impulsivo y luchador y por esa capacidad de enamorarse de los proyectos se convirtió en un inseparable de Jesús participando con Él en todos los momentos cruciales como la Transformación del Monte Tabor, la angustia del huerto de Getsemaní (que por cierto no era ninguna persona, ya que Getsemaní en hebreo quiere decir prensa de aceite), o la curación de la hija de Jairo. Por Jesucristo y por sus ideas fue el primer apóstol en dar la vida murió degollado por orden de Herodes Agripa. A partir de ahí surge el mito; se le empezó a llamar Bonaerges, «El Hijo del Trueno», y se le em-pezó a vincular con las batallas y las luchas de tal manera que, en la Edad Media y en plena Recon-quista, las batallas contra los árabes empezaban con el grito de: ¡Santiago y cierra España! o ¡Sus y a ellos! o ¡Santiago y a ellos!, como símbolo de unión entre los cristianos. Cerrar España quería decir cerrar filas en torno a un jefe, siendo como una piña, como un solo hombre. ¡Lealtad y obediencia! De Jacob se pasó a Jacobo y a Yago, y de Sant Yago a Santiago y a San Thiego y a Diego. De Yago a Jacques y de este a Jaime. Pronto pasó a ser el nombre que las madres ponían a sus retoños el día del bautismo pues era sinónimo de fuerza, de arrojo, de entrega, de lealtad a las ideas, por eso el Señor Santiago se convirtió en el Patrón de la Caballería ya que representaba todos sus ideales. Patrono como protector que falta nos hace, es decir, como intercesor ante Dios y representándonos ante Él, pero, también, Patrono como patrón, es decir referencia. Queremos ser como él, valientes, de-cididos, enamorados de las cosas en las que creemos, siendo capaces de sacrificarnos por ellas, leales y con sentido del honor (cualidad moral que nos lleva al más severo cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos). Somos gente de fiar, tenemos palabra, creemos en nuestro trabajo y en la eficacia de un Ejército preparado, como garantía de orden y desarrollo, de paz y justicia. Os exhorto a que nos esforcemos en ser como el Señor Santiago, que él nos guíe y nos proteja, que nos aliente en las horas difíciles (como hizo en la batalla de Clavijo), y nos ilumine para encon-trar siempre el camino para un mejor servicio a España. ¡SANTIAGO Y A ELLOS!


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