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Mirage III en Manises Ese bar recogía el espíritu del Ala 11 a la perfección. No porque estuviéramos siempre allí, que no lo estábamos, aunque los «blancos», «negros» y «blancoynegros » (bocadillos de salchicha, morcilla o mixtos) bien lo hubieran justificado. No era eso, no. Era el ambiente de camaradería, el sentido del humor reinante, las charlas aeronáuticas y la hospitalidad. En Manises nadie se sentía un extraño; todo el que llegaba de afuera tenía enseguida alguien que le atendía, el apoyo de Equipo Personal, un briegfing de procedimientos y hasta un coche disponible para bajar a la ciudad. Y casi siempre un teniente soltero dispuesto a mostrarle la vida nocturna y el ambientazo de Valencia, una ciudad entrañable para todos los maniseros. Y todo eso se hacía visible en el bar, bajo los acordes de la música de los motores poniéndose en marcha. Cuando el viento soplaba del sur, la percusión la ponían unas pequeñas explosiones de los motores durante el arranque. El viento, al entrar por la tobera de escape, provocaba un retroceso de la ignición y una posterior detonación. Era bonito ver a los mecánicos «trabajarse» el arranque del motor con «los calcetines», unas superficies del tamaño de la tobera que se ponían por detrás de ella para protegerla del viento. Ahí estaban los Tovar, Iranzo y otros más de un grupo enorme de grandes profesionales, personas a las que jamás olvidaremos. Todavía hoy te encuentras con algún antiguo manisero y se puede leer en sus ojos el afecto de haber vivido juntos todo aquello. Como dirían Los Manolos, amigos para siempre. Pero volvamos al avión. No fue fácil para la plancheta convivir con el F4 Phantom y el Mirage F1. Coincidieron estando en servicio en el Ejército del Aire durante muchos años y se podría decir que era el hermano menor. Era difícil combatir contra la enorme potencia de los motores del Phantom; como entraras en combate cerrado con él, pronto te verías a baja altura, donde sus motores se hacían todavía más poderosos y tu desventaja mayor. El radar del Mirage III, todo hay que decirlo, no era precisamente una maravilla detectando blancos más allá de las 15 millas. Pero la vista de sus pilotos era aguda y no era tan difícil ver a los F4 por el humo que dejaban sus motores. Nuestro alcance visual era muchas veces mayor que el de nuestro radar. Una vez localizados, a mantenerte alto y rápido e intentar que te perdieran de vista para entrarles inadvertidos. Contra los F1 la táctica era más o menos parecida, Pilotos del 111 Escuadrón de Manises. (Imagen: Gral. Jesús Pinillos) REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Mayo 2018 345


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