P E R S P E C T I V A
La dignidad de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez
Mellado y Santiago Carrillo
CON EL PASADO
SIEMPRE PRESENTE
EL Ministerio de Defensa ha rendido un
homenaje a tres protagonistas de nuestra
historia reciente, que se condujeron
con una dignidad apreciada por todos
durante el asalto al Congreso de los
Diputados el 23 de febrero de 1981. Ha sido un recuerdo
de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y
Santiago Carrillo que no se limita a constatar su especial
gallardía en un día decisivo: reconoce su papel
fundamental en la transformación de nuestro sistema
político y, en el caso de los dos primeros, de nuestras
Fuerzas Armadas.
En el homenaje han tomado parte también representantes
de dos colectivos presentes en aquellas
Diego Íñiguez
Director del Gabinete
de la Ministra de
Defensa
diecisiete horas dramáticas: ha dado su testimonio
Manuel Núñez Encabo, que era diputado de esa I Legislatura y
se disponía a emitir su voto en la elección del sucesor de Adolfo
Suárez como presidente del Gobierno, cuando entraron en el hemiciclo
quienes interrumpieron el acto parlamentario. Y han hecho
su labor los trabajadores de los medios de comunicación, como
sus antecesores aquel día en el Congreso, cuyo trabajo permitió
que toda la opinión pública española fuera testigo de esa dignidad:
lo permitieron el cámara que siguió grabando, aunque uno
de los asaltantes le preguntó si su cámara estaba apagada, y los
fotógrafos, que ganaron premios mundiales con las fotos que lograron
hacer y sacar del Congreso.
La acción comienza a las 18:23 del 23 de febrero. En mitad
de la votación se oyen gritos y disparos. El teniente general Gutiérrez
Mellado, vicepresidente del Gobierno en funciones, salta
disparado de su escaño, se encara al teniente coronel rebelde, es
zarandeado por los guardias civiles. El presidente Suárez abandona
su asiento y va buscarle, pero Gutiérrez Mellado se niega a
volver a su escaño y se queda en jarras: es la viva imagen de la
desaprobación.
Suárez, ha escrito Javier Cercas, «regresa con lentitud a su
escaño, se sienta, se recuesta contra el respaldo y se queda ahí,
ligeramente escorado a la derecha, solo, estatuario y espectral en
un desierto de escaños vacíos». Uno de los fotógrafos
presentes, Manuel Hernández de León, ha recordado
«la absoluta dignidad» de Adolfo Suárez: «Les dijo con
un sosiego absoluto a los guardias que se cuadraran.
Mantuvo en todo momento una dignidad impresionante,
una valentía fuera de lo normal».
La dignidad es un concepto fundamental en los
sistemas constitucionales posteriores a la Segunda
Guerra Mundial y en las grandes declaraciones de
derechos. La Carta de las Naciones Unidas y la Declaración
Universal de Derechos Humanos la reconocen
como fundamento último de los derechos humanos. Lo
hacen la Constitución española y la Ley Fundamental
de Bonn, cuyo artículo 1 establece que «la dignidad del
hombre es inviolable. Respetarla y protegerla constituye
una obligación de todo poder del Estado». «La dignidad humana
es inviolable. Será respetada y protegida», dice la Carta de
Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
Hoy reconocemos la dignidad de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez
Mellado y Santiago Carrillo en otros dos sentidos: uno, humano
y otro, institucional. La orden de los golpistas («¡al suelo! ¡Todo
el mundo al suelo!») reforzada con los disparos y con el intento de
Tejero de derribar a Gutiérrez Mellado, veinte años mayor que él,
buscaba privar de su dignidad a los diputados y a los miembros
del Gobierno. Santiago Carrillo, sentado en su escaño, observaba
con la entereza del sabio ante la crisis.
Lo normal es echarse al suelo. El valor personal que mostraron
los tres fue extraordinario. Pero esas manifestaciones de
valor personal fueron, además, una afirmación de la dignidad de
las funciones constitucionales que desempeñaban. Lo ha escrito
Juan Francisco Fuentes: «Gutiérrez Mellado protagonizó un acto
ejemplar de auténtico valor castrense, mientras el presidente del
Gobierno encarnaba, sentado dignamente en su escaño, los valores
supremos de un Estado constitucional que no se doblega ante
sus enemigos armados».
La democracia no requiere, por suerte, héroes en todo momento.
Y lo cierto es que, como escribe luego Fuentes: «Hay una
26 Revista Española de Defensa Abril 2021