217 El vigía

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Hace 100 años Nacimiento Granada 19 marzo 1918 Hijo de D. Luis Dávila Ponce de León y Wilhelmi y D.ª Micaela Pérez Fernández, en esta hermosa ciudad ha nacido un niño que recibirá el nombre de Luis. Nota de El Vigía: Ya desde niño sintió una gran admiración por su padre, «porque sabía que volaba, no solo en globo, sino en aeroplanos también; y esto, desde la perspectiva de un niño de seis y de aquella época, representaba mucho». Sí, realmente, era un gran hombre; culto (hablaba idiomas) con una inteligencia preclara, un carácter tenaz y un enorme amor por su tierra, Granada, y por la aeronáutica. Tan es así que, caso extraordinario de desprendimiento, sus amplios recursos económicos le permitieron el vigía Cronología de la Aviación Militar servir al Estado como ingeniero militar y aviador, sin cobrar retribución alguna. Desgraciadamente, nuestro protagonista no pudo disfrutar mucho de él, ya que cumplidos los siete años, el comandante Dávila, junto a un soldado que le acompañaba, sufría un accidente mortal en el aeródromo de Armilla, creado precisamente por él y que, en adelante, recibiría su nombre. Así y todo, a Luis hijo le sedujo la aviación, y terminado el bachiller comprendió que lo de volar profesionalmente tenía que ser desde el Ejército o la Armada, y no era fácil luego pasar a la Aviación o Aeronáutica Naval. Ante la posibilidad de no lograrlo, optó por la Marina, con el atractivo de la vuelta al mundo en el Juan Sebastián Elcano. Para preparar el ingreso, marchó a Ferrol y luego a Madrid. Interno en la Academia Basterreche, los domingos, comía en casa del teniente coronel Herrera, quien había sido íntimo de su padre: «allí conocí a Irene, su mujer, que tenía un encanto especial y me cogió mucho cariño». «Casualmente estudiaban conmigo un hijo de estos, Piquiqui, y otro de Ortiz Echagüe, haciéndonos muy amigos, pero la guerra civil separó nuestros destinos; el primero, formado como piloto en Rusia, luchando a favor de la República murió al ser derribado; el segundo, junto a un hermano, formando parte de las 786 víctimas del hundimiento del crucero nacional Baleares». Celebrados en Madrid los exámenes de ingreso en la Escuela Naval en junio de 1936, si bien aprobó las pruebas físicas y las asignaturas del primer grupo, no así las matemáticas, por lo que regresó a Granada, coincidiendo Española “Canario” Azaola Miembro del IHCA justamente con el alzamiento militar. De haber aprobado, tan crucial fecha le hubiera sorprendido en la capital de España en casa de Herrera y hubiera seguido los pasos de Piquiqui. «Desde el Gobierno de Madrid por radio, se pedía al pueblo que se enfrentara a los sublevados. No obstante, el ambiente que se respiraba era el de que había que acabar con la situación de caos en la que se encontraba sumida España y que el ejército sublevado era realmente la tabla de salvación». Voluntario, se alistó en el Regimiento de Infantería Lepanto, donde al poco tiempo, a propuesta de su capitán, le ascendieron a soldado de primera: «no era mucho, pero al fin y al cabo fue el principio de mi carrera militar. Un día, vimos a un Breguet nuestro perseguido por un caza que le disparaba; “tocado” aterrizó detrás de nuestras líneas, junto al río Cubillas. Cuando nos acercamos a él, comprobamos que estaba tan tiroteado que parecía un colador y, tras evacuar al observador herido, cubrimos el aparato con ramas para ocultarlo y que no lo destruyeran». Al llegar el invierno, se organizó un grupo alpino para cubrir el frente, en la parte más alta de Sierra Nevada; Dávila, que era un gran esquiador, fue elegido y como cabo, jefe de una escuadra, se encontró con varios amigos. Aunque al principio, en servicios de patrulla, recorrían unos 25 km, no tuvieron el menor contacto con el enemigo; el macizo resultaba infranqueable, pero tras la toma de Málaga, la situación cambió radicalmente, siendo frecuentes las emboscadas y tiroteos. Atendiendo su solicitud, a primeros de marzo se incorpora a Tablada para tomar parte del tercer curso de tripulantes; y a marchas forzadas, en tan solo dos meses, les enseñan algo de navegación, bombardeo, fotografía aérea y tiro con ametralladora. Para ello contaban con un par de Havilland Hispano (DH-9) y un trimotor Fokker en el que hacían las prácticas de bombardeo por un agujero situado en el suelo. Obtenido el número 1 del curso, eligió destino al 8-G-17, dotado del botín de guerra que constituyeron los veintidós aviones que, con destino a la República, transportaba el carguero Hordena, apresado por el almirante Cervera. Eran unos biplanos grandotes, para reconocimiento armado, fabricados en Checoeslovaquia y conocidos por Ocas o Pragas. «Me incorporé en Vitoria a la escuadrilla del capitán Alfaro del Pueyo, pero el primer servicio de guerra lo hice circunstancialmente con capitán Chamorro en un Dragon. Volando muy bajos, para batir las trincheras con bombas, no tuve sensación peligro, y mi sorpresa fue cuando, al regreso, se contabilizaron catorce impactos; cierto que, con el ruido de los motores y la emoción del debut, no fui consciente del riesgo que corría». Pocos días después, el citado piloto moría llevando a Burgos al general Mola y a las 48 horas las Ocas sufrían la primera baja; el alférez Fidel Recio de la Serna, ametrallado en el aire sobre Peña Lemona (campaña de Vizcaya), cuando ejercía de tripulante con Vélaz de Medrano. Metidas de lleno las Ocas en la conquista de Bilbao, a través del Valle de Asúa, cuando atacaban el casino de Archanda donde ofrecía resistencia el enemigo, un certero disparo de tierra rompió el radiador de la pilotada por Enrique Ansaldo, a quien acompañaba Dávila. En tan apurada situación, abocados a un inmediato aterrizaje, milagrosamente comprobaron que abajo tenían a su disposición el recién abandonado aeródromo de Sondica, donde felizmente tomaron tierra. «Liberado Bilbao volamos a Ávila y sobre Brunete vi, por primera vez, cómo nos disparaba, sin éxito, la artillería antiaérea; luego nos trasladamos a Casas Viejas, hasta el fin de la batalla Brunete, y a León y Torrelavega. Después de los últimos servicios en el frente Norte, bajamos a Posadas (Córdoba); más tarde, pasé a otra escuadrilla del Grupo que al mando del comandante Díaz de Rivera –el célebre Chotis– estaba en Granada. Entre los servicios de apoyo que hicimos, ca- REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Marzo 2018 217


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