ENTREVISTA
Y, ¿cómo se sobrevive a ese día a día?
Para el que está de paso, como yo, es relativamente
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fácil, para los que viven allí es muy
diferente. Por eso, muchos quieren huir
—Turquía tiene millones de refugiados y
cada año hay más—. Como periodista, es
una experiencia profesional apasionante
y mucho más llevadera porque sabes que
tienes otro mundo en el que te puedes refugiar,
al que puedes volver. Ellos no.
¿Tienen solución? Por agotamiento de los
contrincantes. No lo sé, no me atrevería
a hacer un pronóstico. Veo que, desde la
mal llamada primavera árabe —que en
muchos casos ha acabado en un invierno
gélido o en un infierno—, han surgido Estados
fallidos como Libia o Yemen. En Siria
hubiese sucedido probablemente lo mismo
de no haber sido por la intervención
de Rusia, Irán y la milicia libanesa Hezbolá.
¿Terminará la guerra en Siria?
No. Lo que sí ha quedado claro es que un
presidente, como Bachar Al Assad —por
ʼʼ Los países
del norte de África
son nuestros
vecinos desconocidos
¿Qué situación está viviendo el Líbano
actualmente?
Han iniciado un proceso de reformas tras
la explosión de Beirut, en agosto, aunque
dudo mucho de que llegue a buen puerto.
El problema del Líbano es que, pese a
todo, era un país donde se podía vivir relativamente
bien y había una clase media.
Hoy en día, desde hace un par de años,
es un país sumido en una gravísima crisis
económica que ha empezado mucho antes
que la pandemia. Y no olvidemos que
es un país generoso, ya que acoge a más
de un millón de refugiados.
Mientras, Libia es uno de los Estados
fallidos.
Hay unos cuantos y, probablemente,
dentro de unos años habrá alguno más.