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REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 859

roca suelta y minerales que todavía no forman parte del suelo), en las cumbres de las montañas y en ambos polos. El agua líquida seguramente está presente bajo el hielo, debido al aumento de la temperatura con la profundidad. Y es en esa región límite entre el agua y el hielo donde puede que habiten organismos microbianos. Seguramente ese nicho ecológico no es más hostil que algunos de la Tierra, como los ecosistemas microbianos existentes bajo el hielo de la Antártida. Indudablemente, tenemos aún mucho que aprender de Marte, no sólo sobre su pasado geológico sino de cara a una próxima colonización, de cómo sobrevivir allí y de cómo extender nuestra presencia más allá de nuestro planeta. Existe en la actualidad un animado debate entre los investigadores sobre cuál puede ser la mejor estrategia para el progreso de la exploración humana y potencial colonización de Marte. Esas especulaciones no son ciencia ficción. Con lo que hemos conseguido en los últimos años hemos roto las ligaduras que nos unen a la Tierra. Las generaciones futuras deberán decidir si la humanidad puede beneficiarse de esa situación, y fundar un nuevo asentamiento en Marte que proporcione a la raza humana la posibilidad de vivir en libertad más allá de nuestro planeta materno. Sin embargo, determinar la posible habitabilidad de Marte continúa siendo un misterio. El ciclo hidrológico de Marte es la clave para comprender su pasado y planificar un futuro asentamiento. Observamos signos de presencia de agua y hielo en muchas épocas pasadas, conocemos los depósitos de hielo en los polos, la transferencia de moléculas de agua entre la atmósfera y la superficie, o los movimientos de moléculas de agua condensadas. Marte ha sido, y continúa siendo, analizado desde sondas orbitales en longitudes de onda de radio, infrarrojo térmico, infrarrojo próximo, visible, rayos X y rayos gamma. Su superficie ha sido fotografiada por medios orbitales, y los rovers han perforado y analizado el regolito hasta el nivel microscópico. Hasta ahora, un objeto extraterrestre nunca había sido analizado con tal detalle. Pero carecemos de observaciones del subsuelo, o de información alguna sobre lo que sucedió antes de la astronomía instrumental. Aunque los rovers nos han proporcionado información excepcional, sus recorridos se han limitado a pequeñas áreas dentro de su campo visual, cubriendo solamente algunos kilómetros o ciertas áreas. Las estructuras mayores de unos pocos kilómetros o cualquier posible vida bacteriana en el subsuelo no pueden estudiarse con los rovers porque con las tecnologías actuales están fuera de su alcance. Hasta que podamos analizar in situ cualquier posible vida microscópica y estructuras geomorfológicas en detalle, la solución puede ser la comparación de análogos terrestres que imiten características similares y procesos creados en condiciones casi idénticas. Como declaró Hugh Kieffer (US Geological Survey), “tenemos que pensar como marcianos y aplicar nuestro conocimiento terrestre. Pero, ¿dónde?” REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Diciembre 2016 1097


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