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MEMORIAL CABALLERIA 75

Historia Empleo Táctico y Operaciones Orgánica y Materiales Noticias del Arma Varios 195 MISCELÁNEA Ya iniciada la I Guerra Carlista ascendió con fecha 7 de octubre de 1834 al empleo de coman-dante, encargándose del mando de los lanceros. Sería en el transcurso de esta dura guerra donde Diego de León diese muestras de su arrojo y audacia, recibiendo el apelativo de «primera lanza de España». Habiéndose presentado voluntario se incorpora en diciembre de 1834 al ejército de operaciones del Norte, al mando de un escuadrón de lanceros. El día 21 del mismo mes pasó el Ebro. La primera ocasión de señalarse en el combate de forma significativa se le presentó en el sitio de Los Arcos, el 2 de septiembre de 1835. Una de las brigadas del ejército en operaciones, al mando del general de brigada (denominado brigadier en la época) Aldama, fue atacada en Navarra por el pretendiente don Carlos en persona, al frente de un contingente de 14 batallones y 500 caballos. La caballería del ejército de la reina tuvo en Los Arcos el protagonismo al derrotar completa-mente a la de los enemigos, a pesar de hallarse esta reunida y sostenida por cinco batallones de infantería carlista. En lo más serio del combate, que no estaba decidido, una potente fuerza carlista atacó con irre-sistible empuje el batallón de la Guardia (Real) mandado por don Leopoldo O´Donnell, el cual se vio obligado a retroceder ante el número y vigor de sus contrarios. O´Donnell, viendo tan comprometido a su batallón corrió al lugar donde se encontraba Diego de León solicitándole ayuda inmediata. El escuadrón de lanceros de la Guardia mandado y dirigido por la voz y el ejemplo de su co-mandante don Diego de León, que hizo prodigios de valor, en unión de otro escuadrón de cazadores a caballo de la misma Guardia, atacó por el frente y por los flancos al enemigo al cual derrotaron completamente a pesar de encontrarse en desventaja por ser el terreno en pendiente y tener que cerrar sobre el enemigo cuesta arriba. Diego de León tuvo en esta jornada dos caballos muertos y uno herido, todos de bala. Con solo 72 caballos contuvo en una de sus cargas la poderosa columna enemiga y junto al recompuesto batallón de O´Donnell explotaron el éxito, haciendo un número considerable de pri-sioneros. Su valor, su decisión y la energía y arrojo con que atacó merecieron los mayores elogios de cuantos concurrieron a la acción, hasta el punto de que el propio general en jefe, el teniente general don Luis Fernández de Córdoba, al día siguiente con el objeto de honrar a los protagonistas de la acción precedente formó al ejército en campaña en las proximidades de Viana. Allí, al frente del estandarte, tomó prestada del pecho de su hermano Fernando Fernández de Córdoba la cruz laureada y condecoró a Diego de León con tan preciada recompensa, como justo premio a su audacia, haciéndole desfilar por delante del ejército que, con las armas presentadas, gritó con entusiasmo: ¡Vivan los lanceros de la Guardia! y desde aquella tarde se consideró a León como una lanza invencible y a sus jinetes como los más aguerridos y temibles del ejército. La reina confirmaría rápidamente la distinción otorgada. Al año siguiente crecería su fama en las acciones de Arlabán, ya como coronel del regimiento de húsares de La Princesa, y en la acción de Villarrobledo ganaría el ascenso a brigadier de Caballería. Esta batalla fue determinante para que el ejército carlista dejase el camino hacia Madrid y volviese grupas hacia el Norte. El año 1837 alcanzó el grado de mariscal de campo como premio, especialmente, a una acción en Cataluña. Hacia el final de la guerra la operación de conquista de la fortaleza de Castellote, al frente de su división, motivó su ascenso a teniente general. En octubre de 1840 la reina regente renuncia a su función en beneficio del general Espartero y se traslada a París. Diego de León, a la sazón capitán general de Castilla la Nueva, presenta su renuncia.


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