Page 19

RAA 871

F-35 Lightning II. (Imagen: US Air Force) en los riegos estatales implica hacer acopio de determinadas capacidades necesarias para contenerlas. Estas capacidades, en la mayoría de los casos, implican un coste elevado debido a su alta tecnología. En este caso, se pueden llegar a obviar otras amenazas de menor entidad que golpean en el momento menos esperado con efectos estratégicos de gran magnitud. Por el contrario, atender estas amenazas de menor entidad implicará hacer acopio de diferentes capacidades, ignorando la amenaza potencial que representan las grandes potencias3. En resumen, el aumento de conflictos no estatales en los últimos años ha forzado a las fuerzas conjuntas a organizarse, entrenarse y equiparse para una mayor variedad de misiones. En el contexto de una crisis financiera internacional plagada de restricciones presupuestarias y recortes en el gasto de defensa, las fuerzas conjuntas se han visto forzadas a hacer más con menos. En otras palabras, han tenido que incrementar su eficiencia. Esto explica, en parte, las condiciones que han originado la deficiencia de superioridad aérea, aunque una mejor comprensión de la misma requiere una explicación de su naturaleza. Mientras EE.UU. y sus aliados diversificaban sus capacidades para responder a un abanico de misiones cada vez más amplio, Rusia y China incrementaban sus oportunidades de desafiar la superioridad aérea aliada en el espacio aéreo cercano a sus fronteras. Probablemente, la superioridad aérea es el requisito más importante en la conducción de operaciones conjuntas en los dominios aéreos, terrestre y naval. Los únicos dominios exentos de este axioma son el espacio y el ciberespacio. Esta máxima de las operaciones conjuntas dista mucho de ser novedosa. El almirante William F. Halsey ya lo reconoció en su testimonio al Congreso de EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial, al expresar que «La lección de la última guerra que destaca claramente por encima de todas las demás es que si quieres llegar a algún lugar en la guerra moderna, en el aire, en el océano, en tierra, debes tener dominio del aire»4. Más recientemente, el coronel John Warden argumentaba en su libro The Air Campaign que la superioridad aérea no garantiza la victoria. Sin embargo, añadía, «la superioridad aérea es necesaria porque, desde la invasión alemana de Polonia en 1939, ningún Estado ha ganado una guerra ante superioridad aérea enemiga, ninguna gran ofensiva ha tenido éxito contra un oponente que controlase el aire, y ninguna defensa ha aguantado los embates de un enemigo que tuviese superioridad aérea»5. Rusia y China son perfectamente conscientes de esta realidad de la guerra conjunta. En consecuencia, han tomado medidas para negar a EE.UU. y sus aliados esa superioridad aérea en sus esferas regionales de influencia. En el caso de China, un reciente estudio de la Corporación estadounidense RAND (Research and Development) analizaba cómo afecta esta deficiencia de manera particular a la fuerza conjunta de EE.UU. Dicho estudio confirma que en los últimos 20 años el gigante asiático ha realizado fuertes inversiones para modernizar las capacidades de su poder aéreo. Por ejemplo, desde 1996 hasta 2017, China ha incrementado su flota de cazas de superioridad aérea de 24 a 901 unidades6. En contraste, desde 1996 a 2015, la Fuerza Aérea de EE.UU. (USAF) redujo su inventario de cazas de 2.485 a 1.570 unidades, mientras que la Marina norteamericana (USN) redujo su flota de portavio- REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Marzo 2018 145


RAA 871
To see the actual publication please follow the link above