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dossier igual el tipo de fuerza aérea que dispongamos: nuestros aviadores deben ser el centro de nuestra atención, son ellos los que han recibido el testigo de sus antecesores y los que deben trabajar con ilusión y el máximo de su conocimiento e iniciativa para entregar dicho testigo a la siguiente generación, testigo consistente en una fuerza aérea lo más preparada posible para acometer cualquier misión que se le asigne, ya sea novedosa como tradicional. Depende de nosotros el diseñar una carrera profesional que tenga todos los incentivos posibles para atraer y captar lo mejor en cantidad y calidad de nuestra juventud. Y por supuesto, mantenerlos motivados y evitar su salida una vez formen parte de nuestras fuerzas aéreas, promoviendo un sistema que priorice la retención del personal frente a otras ofertas disponibles «en el mercado», sobre todo teniendo en cuenta el coste de la formación de nuestro personal aviador. Llegado el caso de falta de personal, el convencimiento común es priorizar y concentrarse en las tareas o misiones principales (core) que tiene asignada cada fuerza aérea y externalizar las menos esenciales, eso sí, tratando de no perder el know-how de todo lo externalizado, aunque a veces es imposible. La educación deberá adaptarse para proporcionar auténticos líderes militares (ya sean estos oficiales, suboficiales o tropa) que aporten innovación, agilidad y capacidad de adoptar decisiones eficaces, y que puedan afrontar situaciones caracterizadas por la complejidad, ambigüedad y rápida evolución. Un apartado especial merece la preparación de los líderes que van a dirigir las fuerzas aéreas del futuro. Se hace conveniente establecer un proceso de formación específico en centros especializados que enseñe y fomente el pensamiento crítico entre nuestros aviadores, esencial hoy en día para afrontar los conflictos actuales y futuros. REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Marzo 2018 191


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