T R O P A S D E M O N T A Ñ A
de España, después la cámara se congeló
y «Curro» ya no pudo filmarme con el
banderín de TVE. A pesar de los problemas
técnicos pudimos pasar casi tres
cuartos de hora (era una época en que
la montaña aun no estaba masificada)
en ese lugar mágico desde donde puedes
tocar el cielo teniendo los pies en la
tierra.
5. Tu relación con el Ejército y con el
GMAM ha sido y es muy estrecha, ¿qué
te une a los militares?
-Pues la verdad es que antes de conocer,
en 1990, en el Shisha Pangma (8.013
metros) a algunos de los miembros del
GMAM, prácticamente nada, y aunque
había hecho la mili en un compañía de
operaciones especiales, la COE 41, siempre
he sido un poco anárquico, un alma
libre, al que le cuesta aceptar las normas
y las órdenes. Después, como decía Haji
Ali «La tercera vez que compartes una
taza de té, pasas a ser de la familia, y por
nuestra familia, estamos dispuestos a
hacer lo que sea, hasta morir». Y desde
entonces hemos compartido muchas tazas
de té.
6. En ocasiones, se ve al Ejército como
una institución aparentemente inaccesible,
¿cómo viste en su momento las colaboraciones
cívico- militares en las que
participaste? ¿qué te aportaron desde el
punto de vista personal?
- Personalmente estaba encantado con
esta colaboración, la expedición al Everest
fue fantástica: yo ya lo había intentado
en 1987, por la misma ruta del
Pilar Sur y no había sido una buena experiencia;
de la expedición de 1992 junto
al Grupo Militar de Alta Montaña solo
tengo buenos recuerdos. De Santiago
Arribas, nuestro jefe de expedición, recuerdo
con mucho cariño que durante
la marcha de regreso en Namche Bazaar
compartimos habitación. Esa tarde noche,
celebrando la cumbre, yo me pasé
un poco con la cerveza y a la mañana siguiente
Santiago se moría de risa recordándome
cómo llegué a la habitación,
porque yo no me acordaba de nada. Un
tiempo después de la expedición, llamé
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a Santiago a ver si me podía conseguir
una plaza para entrenar en el gimnasio
del Casino Militar de Gran Vía, le faltó
tiempo para enviar a Francisco Gan al
Casino y que me admitieran. Pocos días
después Santiago fallecía en un accidente
de montaña en los Alpes y me dolió en
el corazón.
7. Los militares que hemos tenido el
honor de conocerte, siempre te recordamos
con muchísimo cariño: tu humildad,
el trabajo en equipo, tu espíritu de
sacrificio, tu compañerismo son valores
que siempre llevas en la mochila y que
los militares valoramos muchísimo. ¿Favoreció
tu relación con el Ejército esa
manera común de entender la montaña?
-Todo eso llevo en la mochila, ya decía
yo que pesaba mucho… Sobre todo en
el Everest, por ser una expedición más
larga pudimos conocernos mejor, y aunque
mi mundo era totalmente diferente
al vuestro, la convivencia fue muy, muy
buena. Decía el gran escalador Roger
Baxter-Jones: «Regresad vivos. Regresad
como amigos. Llegad a la cumbre»,
por ese orden. Del Everest del 92, regresamos
todos con la cumbre y como
amigos, y en 2017 nos volvimos a juntar
todos para celebrar el vigésimo quinto
aniversario. Por no alargar demasiado la
entrevista no voy a hablar de cada uno
de los componentes de expedición, pero
me gustaría mencionar a Pedro Expósito,
que pienso se merecía la cima más
que nadie y a Pedro Arcedillo por su trabajo,
sacrificio y esfuerzo para que otros
pudiéramos alcanzar la cima, ya que él,
a pesar de ser de los más fuertes, si no el
más, no se adaptaba bien a la altura. Y
a todos los demás, porque tuve la suerte
de estar allí, y con unos compañeros
con los que se pude ir al fin (al techo) del
mundo…
8. Vives la montaña con pasión, con
emoción, con sentimiento… ¿en la actualidad,
en una sociedad cada vez
más competitiva, no crees que se está
perdiendo la propia esencia de vivir la
montaña?
- Somos hijos de la época que nos toca
vivir. La sociedad es competitiva y la
montaña no es ajena a ello, cada vez hay
más competitividad, la escalada va a ser
olímpica… Yo nunca he sido muy competitivo,
cuando era joven me encantaba el
judo y se me daba bien, pero nunca tuve
buenos resultados en competiciones.
Después, en la montaña aprendí que
nunca iba a ser el mejor, pero sí que podía
ser mejor. Igual si estás obsesionado
con los resultados no disfrutas tanto del
camino, me gustan los vivacs bajo las
estrellas, las puestas de sol y los amaneceres,
caminar despacio, contemplar el
paisaje, hacer fotos, y si además subes a
la cumbre ya es la leche… La primera vez
que ascendí el Vinson (4897 metros), la
montaña más alta de la Antártida, subí
solo y pasé casi dos horas en la cima,
después escribiría: «la pureza lo inunda
todo: la luz que me ciega, el aire que huele
a frío, la nieve que sabe a soledad, el
viento que solo trae el vacío. Si existe la
felicidad tiene que ser algo parecido a lo
que siento en esta cima…».
9. Dentro de tu extraordinario e inagotable
historial ¿cuál fue tu actividad alpinística
más enriquecedora desde el punto
de vista personal, la más relevante y
reconocida por el mundo montañero y,
por último, la más dura?
-La más enriquecedora es difícil elegir
una sola y creo que es más la suma de
muchas y muy diferentes actividades,
pero bueno, la escalada en roca siempre
ha sido especial y he escalado mucho y
me sigue apasionando.
-La más reconocida sin duda fue el proyecto
de las 7 cumbres. En marzo de 1994
me convertí en el primer español en ascender
la montaña más alta de todos
los continentes. En ese momento muy
pocas personas habían completado ese
bonito proyecto, que en realidad era una
escusa para dar una vuelta al mundo, y
durante los siguientes años di muchísimas
conferencias, era la época de los
proyectores y las diapositivas, creo que
pasé por todas las jornadas de montaña
y clubes desde los más importantes a los
más modestos del país.