T R O P A S D E M O N T A Ñ A
Montañeros y Milicia / 65
- La más dura es complicado, ha habido
muchas. Posiblemente una de las más
duras fuera durante mi primera expedición;
en 1982 intentamos una montaña
muy difícil, el Thalay Sagar (6904 metros),
en el Himalaya Indio, escalamos
en estilo alpino y muy cenca de la cima
nos sorprendió una tormenta. Estuvimos
tres días encerrados en una cueva
de hielo y tardamos cinco días más en
descender en medio de la tormenta, conseguimos
salir pero muy, muy al límite…
Éramos muy jóvenes y el ángel de la
guarda debió meter muchas horas.
Otra situación muy dura fue en los Alpes
en 1998, durante un intento al Espolón
Walker, por el desprendimiento de
un gran bloque sufrí una caída de unos
veinte metros que me produjo una fractura
abierta de tibia y peroné, eran las
nueve de la noche e imposible pensar
en un rescate, pasé la noche junto a mis
compañeros colgado de la cuerda, hasta
que doce horas después un helicóptero
nos rescató. La noche más larga y dura
de mi vida, con el tiempo la recuerdo
con cariño, quería vivir y en ningún
momento me rendí, «no te duermas, no
te abandones, mientras hay dolor hay
vida» me decía a mí mismo.
10. No sé si recordarás una conversación
que tuvimos sentados viendo el
Laila Peak en el Valle de Hushe, en Pakistán,
pero he de decirte que siempre te
relaciono con ese precioso pico, el pico
que dibujaría un niño y que intentaste
subir una y otra vez hasta conseguirlo
después de seis intentos. ¿Hay que irse
tan lejos para disfrutar de la montaña?
¿Puede vivirse esta pasión sin tener
20,…, ni 50 años?
-A cualquiera que le gusten las montañas
puede entender lo fácil que es enamorarse
del Laila, es preciosa. Mi historia
de amor con el Laila comenzó en
1996, durante el regreso de una expedición
al Gasherbrum II (8035 metros) en
la que, sin ninguna ilusión, había conseguido
hacer cima con José Carlos Tamayo.
Unos días antes habíamos participado
en el intento de rescate de nuestro
amigo, el teniente Manuel Álvarez, que
después de una caída estaba atrapado
en una tormenta junto a Alfonso Juez,
en el campo tres del Hidden Peak (8068
metros). Al final no fue posible y Manolo
se quedaría para siempre en la montaña.
Durante el regreso en el Gondogoro,
vivimos una situación muy comprometida,
con trece porteadores y sin cuerdas
fijas que en teoría tenían que estar
puestas, al final bajamos los quince con
treinta metros de cuerda, pero yo solo
tenía ojos para el pico que se veía en el
fondo del valle. Los porteadores me dijeron
que se llamaba Laila «la Hermosa»
en árabe, y muchos años después pude
seducirla…
-No, no hace falta irse muy lejos para
disfrutar de la montaña. Hace dos años
terminé un precioso proyecto que había
comenzado cuando mi hijo era pequeño:
subir a los cincuenta techos de España,
los cuarenta y cinco puntos culminantes
de cada provincia española (cinco
de las cimas son frontera de dos provincias).
Al final terminé el proyecto solo,
mi mujer y mi hijo pasaron de mí. Ahora
estoy repitiendo muchas con Rosa, mi
mujer, que también está a punto de terminarlas,
y no, no es una hazaña deportiva,
pero sí una preciosa excusa para
conocer España.
-La pasión creo que es una cosa que tienes
o no tienes, independientemente
de tener veinte, cuarenta o cincuenta.
Con sesenta y tres comienzo un nuevo
proyecto: «El leopardo de las nieves»,
subir los cinco sietemiles de la antigua
URSS. Este año vamos al Lenin (7134
metros), el año que viene al Comunismo
(7495 metros) y al Korzhenevskaya (7105
metros) y el 2023 al Khan Tengri (7010
metros), monte que ya he subido pero
no me importaría repetir por otra ruta,
y al Pobeda (7439 metros), aunque este
son palabras mayores y no sé si podré…
Pero como faltan dos años ya veremos,
tampoco tengo ningún tipo de ayuda ni
patrocinadores, y muchas veces es más
difícil poder pagar la expedición que subir
la montaña…
11. Y por último, te pediría un consejo, un
mensaje para los soldados que sirven a
España en las Tropas de Montaña y que
eligieron, como tú, caminar en esa línea
de frío, hambre, cansancio y miedo.
-No soy mucho de dar consejos, pero
me gustaría contarte una bella historia:
En el año 2003, durante una expedición
a Bolivia, mi compañero Juanjo San
Sebastián y yo conocimos a dos jovencísimos
soldados del Grupo Militar de
Montaña, Salvador Martín Carreño y
Álvaro Corrochano, para nosotros, que
les doblábamos en edad, eran y continúan
siendo «Salvi» y «Alvarito». Con
ellos ascendimos algún seismil, atravesamos
el Salar de Uyuni de norte a
sur caminando y compartimos algunas
aventuras más. A nuestro regreso, ellos
continuaron ascendiendo montañas, y
en una que Salvi intentó solo, porque
Alvarito no se encontraba bien, desapareció.
Conseguí hablar por teléfono
con Alvarito y le dije que mientras no
apareciera el cuerpo Salvi estaba vivo,
que se olvidara de todo, que contratara
guías, grupos de rescate o lo que fuera
necesario; dos días después lo encontraron
vivo en el fondo de una grieta. O sea
(moraleja) que nunca te rindas, nunca
dejes de luchar…
Muchas gracias Ramón, ¡¡que sigas cumpliendo
tus sueños escalando “bonitas
montañas”!!
Alfredo Pradilla Cruz
SBMY del RICZM 64
Teniente Ávarez, siempre con nosotros