66 Crónica de un cadete

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Crónica de un cadete Federico Michavila Pallarés General del Ejército del Aire Primera promoción de la Academia General del Aire En julio de 1945 ingresé en la Academia con el número nueve de las 222 plazas a cubrir entre pilotos (140), tropas (63) e intendencia (19). Los pilotos teníamos que hacer prácticas de vuelo sin motor durante el verano, antes de incorporarnos a la Academia General del Aire (AGA). El vuelo sin motor lo hice en la Escuela de Somosierra, con un tipo de velero que se llamaba Kranick. El vuelo consistía en lanzarlo desde lo alto de un montículo, impulsándolo con unas gomas, para aterrizar en la falda del monte. Y así una y otra vez. Subir el velero hasta lo alto del montículo empujándolo sobre un carrito de dos ruedas costaba trabajo y esfuerzo. Pero era tanta la ilusión cuando te lanzaban al aire que valía la pena. En cada grupo éramos unos seis u ocho alumnos. La última fase, en la Escuela de Vuelo sin Motor en Huesca, consistía en remolcar el velero «Baby» con un avión, soltarte a más de 1.000 m, mantenerte lo máximo en el aire y aterrizar. Los sábados y domingos nos dejaban salir al pueblo de Somosierra. El resto de la semana vivíamos en unos barracones con literas para dormir y un barracón para comer y cenar. En los bares del pueblo tomábamos café o unas copitas y salíamos a pasear. Alberto Arizcun Cerecedo, mi buen amigo, y yo, conocimos a dos jovencitas bonitas que estaban de veraneo y entablamos amistad. Así transcurrió el verano, y tanto las chicas como nosotros estábamos muy a gusto, charlando, paseando y gastándonos bromas para reírnos y pasarlo bien. El 15 de septiembre de 1945 me incorporé a la Academia General del Aire. Aquello era como un desierto. Se estaban terminando las instalaciones, hacía un calor horroroso y no había agua en las duchas, nos teníamos que bañar en el Mar Menor. Así empezaron 45 años de vida profesional. Diana a las 5:45 h, aseo, 60 minutos de estudio, con taza de café incluida, hasta las 7:30 h, desayuno y a las 8:00 h empezaban las clases. A las clases y actos había que ir formados y, por norma, el último en llegar a la formación estaba arrestado, lo que implicaba una carrera a lo loco para librarse del arresto. Como ingresé con buen número me nombraron sargento galonista, responsable no solo de cumplir personalmente, sino de que mi sección también dossier Vista general de la base de San Javier 66 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Enero-Febrero 2018


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