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MEMORIAL CABALLERIA 77

Historia Empleo Táctico y Operaciones Orgánica y Materiales Noticias del Arma Varios 135 MISCELÁNEA Aunque parezca lo contrario no le quitaba ningún mérito, pero decía, y escribo de memoria: «Quiso ser sacerdote y se quedó en órdenes menores; quiso ser casto y tuvo varios líos de faldas, quiso ser el mejor autor de teatro pero una de sus obras, El Alcalde de Zalamea, se la plagió Calderón y la mejoró de tal manera que nadie se acuerda de la primera. Quiso pertenecer a la Orden de Santiago pero se quedó en la menor de caballero de San Juan, quiso ser el mejor poeta pero ¿quién puede con Quevedo o Góngora?». Que el profe y Lope me perdonen, pero la anécdota merecía ser contada. Y es que las comparaciones son odiosas. Aún así es muy difícil mejorar sus arrepentimientos. «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue Jesús mío, que a mi puerta cubierta de rocío, pasas las noches del invierno a oscuras?». Maravilloso, al igual que los Salmos de David. Caballería ligera y pesada. Coraceros, cazadores, lanceros, dragones que nunca fueron ver-dadera Caballería pero que eran baratos, húsares lucidos (huz quiere decir 20), espectaculares, procedentes de Hungría en cuyos pueblos tenía que tener pertrechado y preparado para actuar de inmediato uno de cada 20 hombres en edad de combatir, corriendo de su cuenta los pertrechos y caballos. Caballería ligera pura, rápida y ágil, buenos jinetes, conocedores del terreno, de técnicas de supervivencia y sobre todo con el estímulo de tener al enemigo potencial delante de las narices. La necesidad obliga. Pero ¿quién se acuerda de los Herreruelos de origen alemán? Caballería ligera que tan buenos frutos rindió en San Quintín; siempre de negro, con su capa corta o esclavina, poco acorazados y siempre con pistola en mano, un recuerdo agradecido para ellos que seguro que cobra-ban poco y mal. ¿Y los Estradiotas? Del italiano strada (carretera), también ligeros, que aseguraban caminos y seguridades en general. Que nadie piense que soy anticaballería pesada, también un brindis con ellos y por ellos. Si hemos hablado de Rocinante hay que hablar de don Quijote, que no estaba loco. ¿Qué loco daría los consejos que este da a Sancho antes de hacerse cargo de la Ínsula Barataria? Pero el sentido del deber y del honor orientó su vida al servicio de las damas en peligro. Es posible que de haber más quijotes habría menos mujeres maltratadas y menos violencia, mal llamada de género, aunque en su gran mayoría las víctimas sean mujeres. ¿Por qué se llama maltratadores a los asesinos de sus mujeres, cuando son uxoricidas? No era de Caballería, ni siquiera un soldado, pero era un caballero de honor. Curiosamente una de las mejores obras de la literatura universal (gracias, Cervantes) es una parodia de los libros de caba-llería, ¿será que los españoles lo que hacemos bien de verdad son las parodias? Este tema es peligroso así que, sin rehusarlo, cambio de tercio. No confundamos «rapidez» con «prisa». Aquella implica preparación previa aunque escasa y por tanto emplea la cabeza; en la segunda se actúa por impulso, con poca cabeza y mucho corazón. El fan-tástico bufón del rey Lear le decía a este: «Los que echáis a andar antes con el corazón que con los pies os soléis dar unos buenos tropezones». La rapidez es buena y la prisa es mala. No confundamos «fijar» con «apoyar». Se fija al enemigo con un núcleo para hacerle creer que esa es la acción principal mientras se le ataca con un segundo por donde no se lo espera. Hacemos que se fije en los primeros y por sorpresa le llega el ataque por otro lado. Apoyar es hacer un fuego muy violento sobre el enemigo obligándole a guarecerse y mientras está protegiéndose le llega el ataque principal. Con ambas acciones se pretende lo mismo: atacar al enemigo en el momento en que peor puede defenderse. Pero ¡ojo!, en Montecasino por mucho que bombardearon los americanos siempre salían alemanes. El fuego no siempre es suficiente. No confundamos «flanco» y «ala». El flanco se refiere a la posición y el ala al despliegue o forma-ción de combate. Ya sé que lo sabíais pero nunca está de más un repasito. A las «cargas» también se las llamaba «espolonadas» por eso de aplicar espuelas…, y bemoles. ¿Os acordáis del oficial de Farnesio que en el libro La soledad de Alcuneza quería hacer una carga a toda costa, como había hecho su padre en su día? Por ejemplo, la carga de Satanov –de la Caballería


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