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Una forma de saber si un planeta extrasolar es adecuado para la vida es detectar síntomas de que, en efecto, esta está presente, influyendo y transformando su entorno. La vida en la Tierra hace precisamente esto, y cualquier civilización extraterrestre podría llegar a saber que existen seres vivos en nuestro planeta estudiando la composición de nuestra atmósfera, donde además de oxígeno (generado sobre todo por la actividad biológica), están presentes otros subproductos que delatan su existencia, como el metano. Así pues, si ya tenemos misiones capaces de localizar planetas de tipo terrestre en configuraciones aptas para la vida, el próximo paso debería ser observar sus atmósferas en busca de esos rasgos químicos que nos permitan lanzar hipótesis sobre su posible existencia. La primera misión espacial claramente dedicada a esta tarea se llama ARIEL (Atmospheric Remote-sensing Infrared Exoplanet Large-survey), y fue aprobada por la Agencia Espacial Europea en marzo de 2018. Su desarrollo, en el marco de su plan a largo plazo Cosmic Vision, empieza apenas ahora, con el objetivo de enviarla al espacio a mediados de 2028. Seguiría así los pasos de sus tres predecesores en el programa de misiones intermedias (M) de la agencia, los programas Solar Orbiter, Euclid y Plato. Como estos, su potencial de transformación y revolución científica es muy alto, de aquí su importancia. El ARIEL tendrá la capacidad de analizar cualquier atmósfera planetaria extrasolar que se halle a su alcance, pero su principal tarea será averiguar qué condiciones son las adecuadas para la formación de planetas que posteriormente permitan la aparición de la vida, por lo que se centrará sobre todo en una muestra limitada de objetivos situados alrededor de unos tipos muy concretos de estrellas. PONIENDO ORDEN EN EL ROMPECABEZAS Teniendo en cuenta que hasta ahora solo tenemos constancia de un planeta en el que exista vida, el nuestro, y que conocemos las características de la estrella que lo ha permitido, el Sol, es lógico pensar que aquellos planetas extrasolares que se encuentren en la zona apropiada alrededor de soles como el nuestro deberían ser firmes candidatos a haber también albergado algún tipo de actividad biológica, pasada o actual. La experiencia, sin embargo, no asegura esta relación tan directa. Hemos descubierto exoplanetas de muchos tipos y alrededor de toda clase de estrellas, y es difícil negar la posible existencia de vida en aquellos cuyos cuerpos estelares se diferencian mucho del nuestro, simplemente porque hay muchos factores que influirían en ello. Debido a esto, ARIEL prestará atención a un rango relativamente amplio de clases de sistemas estelares. Para aclarar este asunto, los investigadores necesitan encontrar pautas claras sobre si la estrella y su tipo afectan decisivamente a la evolución química y física de sus planetas, y si las sustancias que estos últimos contienen dependen mucho del entorno en el que se formaron. En otras palabras, tenemos que estudiar los entornos de formación planetaria, la composición de los propios planetas y la de sus atmósferas si las poseen, porque esto nos dará pistas sobre si efectivamente existe un patrón que desemboca en los ingredientes correctos para el desarrollo de la vida, o al menos de la vida tal como la conocemos, que es la que sabemos cómo detectar en la actualidad. Así, entre otros objetivos, la principal misión de ARIEL consistirá en estudiar las atmósferas de cientos de planetas, planetas que estarían girando alrededor de muchas clases de estrellas diferentes y en entornos que pueden ser parecidos o algo distintos al nuestro. Se trata de identificar y agrupar las propiedades físicas y químicas de los planetas extrasolares observados, para valorar la existencia de poblaciones concretas y bien definidas, más o menos aptas para la vida. Solo así podremos averiguar si nuestro propio sistema solar encaja en alguna de las categorías que trasciendan de las investigaciones, y ayudar de este modo a investigar aquellos sistemas extrasolares más prometedores en este ámbito. Con un catálogo suficientemente amplio, podríamos en el futuro otorgar mayores probabilidades de habitabilidad a nuevos planetas extrasolares que se vayan descubriendo, incluso de forma preliminar. INSTRUMENTAL REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Noviembre 2018 865


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