dantesco que dejaría heridas físicas
en nuestro autor pero, más importante,
unas secuelas psicológicas de las
que brotaría el espíritu de toda su obra
posterior. Vuelto a Gran Bretaña ya en
tiempos de una victoria que tanto tenía
de derrota, Liddell Hart sería apartado
del servicio activo, en teoría por
su resentida salud, realmente por la
crítica feroz a la dirección de la guerra
que habían realizado políticos y militares
británicos expresada en su primer
gran libro: The Real War. A True Story
of the World War, 1914-19182.
Su amistad con el otro gran pensador
militar del siglo xx, su polémico compatriota
J.F.C. Fuller, llevaría a ambos
a reflexionar sobre el fenómeno
bélico, buceando en la historia para
comprender las enseñanzas contenidas
42 / Revista Ejército n.º 950 • junio 2020
en guerras pasadas pero con un
claro propósito de futuro: asumiendo
que el conflicto es una constante en
el devenir del ser humano, ¿cómo evitar
en el futuro los brutales enfrentamientos
frontales del frente occidental
y lograr no solo paces más justas,
sino una limitación en el uso de la violencia?
Muchos comenzaron a leer
los ensayos de ambos pensadores en
clave contemporánea: si hubiera una
nueva conflagración mundial o, mejor
dicho, cuando la nueva conflagración
mundial estallase, ¿cómo devolver el
llamado arte de la guerra a los campos
del ingenio que supera a la mera
fuerza bruta, a las praderas de la maniobra,
a la movilidad, sacándolo para
siempre del lodazal de las trincheras?
Sabido es que entre sus lectores
aventajados figuraron los pioneros de
la guerra acorazada, que conducirían
a un Ejército alemán de nueva planta
a los espectaculares éxitos de la Blitzkrieg.
Y es que de la derrota suele
aprenderse más que de los complacientes
triunfos.
La estrategia de la aproximación indirecta
apareció por vez primera en el
crucial año de 1941, pero fue su reedición
corregida y aumentada de 1954, ya
retitulada como Estrategia a secas, la
que más impacto causó3. Desde agosto
de 1945, la guerra se aparecía no ya
como la pugna entre dos partes contrapuestas
dispuestas a conseguir sus
objetivos políticos «por otros medios»,
sino como el monstruo que siempre fue
pero ahora con un poder destructor tal
que un enfrentamiento nuclear entre
las dos superpotencias supondría con
toda probabilidad la desaparición del
planeta. La máxima de Clausewitz retorcida
(no en vano, Lenin había ironizado
afirmando que «la política era la
continuación de la guerra por otros medios
») o la guerra como único enemigo
de la propia guerra.
Entre sus
lectores
aventajados
figuraron los
pioneros de la
guerra acorazada
Los decision makers de la nueva era
atómica necesitaban una guía, que en
parte encontraron en este libro trascendental
que esbozaba, tras un riguroso
repaso a la historia militar, máximas
de esta naturaleza:
• Si luchar es un acto físico, su dirección
es un proceso mental. La
estrategia mejor es la que consigue
los fines al menor coste posible,
tanto humano como material. «Es
en la mente de los generales donde
se ganan o se pierden las batallas»
• Cuanto mayor esfuerzo se derroche,
más se incrementa el riesgo