El camino hacia la recuperación
La recuperación económica, una vez
que se haya superado la crisis sanitaria,
no va a ser sencilla. La fase sanitaria
de la crisis podrá darse por superada
una vez que la pandemia haya
sido contenida y la inmunidad a la enfermedad
haya aumentado o se haya
desarrollado una vacuna, lo que permitiría
alcanzar esos mismos efectos.
A partir de ese momento, la recuperación
probablemente será rápida,
pero no instantánea. Mientras perdure
la crisis sanitaria, es poco lo que se
puede hacer en el campo económico.
El pánico y la inseguridad económica
hacen prácticamente inútil cualquier
política de estímulo al consumo o a la
inversión. Sin embargo, una vez superada
la crisis sanitaria, el margen de
maniobra es mayor. Si la respuesta de
gobiernos, empresas e individuos es
acertada, se puede limitar una recesión
que resulta inevitable, lo que facilitaría
una recuperación más rápida,
más fuerte y más sostenible.
En esta fase es importante tener en
cuenta que, siendo graves los efectos
económicos de la pandemia, el más
importante será, sin duda, el social,
que podría llevar incluso a la desintegración
social. Van a ser muchos los
que salgan de esta crisis sin esperanza,
con sus negocios arruinados,
desempleados y empobrecidos. Y,
como experiencias recientes demuestran,
6 / Revista Ejército n.º 950 • junio 2020
estas situaciones de necesidad
pueden generar reacciones
contra el sistema. Los niveles de pobreza
o cuasi pobreza eran ya preocupantes
antes de esta crisis. Si se incrementa
el número de personas en
esa situación y si se desesperan ante
la falta de perspectivas de mejoría a
medio plazo, el riesgo de reacciones
más o menos violentas y de fortalecimiento
de movimientos antisistema
es evidente.
Siendo graves
los efectos
económicos de la
pandemia, el más
importante será,
sin duda, el social
Por eso, una vez superada la fase sanitaria
de la crisis, el objetivo principal
de la política económica debería ser
evitar el colapso social. Las sociedades
avanzadas no deben permitir que
Enfermo de coronavirus
la preocupación por los mercados financieros
les impida ver que el papel
más importante que puede desempeñar
la política económica en este momento
es mantener la cohesión ante
la extraordinaria presión a la que se va
a ver sometida. Olvidarlo podría tener
consecuencias desastrosas para la
estabilidad política y social. No podemos
olvidar los efectos que en la
estabilidad internacional puede tener
la desestabilización de Estados nacionales.
El efecto contagio, la llegada
al poder de gobiernos populistas,
la reactivación de conflictos étnicos,
fronterizos o de cualquier otro tipo,
pueden ser las secuelas, en el ámbito
internacional, de una mala gestión de
la post-crisis en el ámbito puramente
nacional.
La recesión que siguió a la crisis
de 2008 nos habituó a una «nueva
normalidad», caracterizada por crecimiento
persistentemente bajo, estabilidad
financiera artificial y un agudizamiento
de la desigualdad. La clase
media, las pequeñas y medianas empresas
e incluso el centro político, se
vaciaron lentamente durante la década
siguiente, lo que afectó a la cohesión
social y alimentó los movimientos
antisistema. También propició un giro
hacia el proteccionismo en los Estados
Unidos y la llegada al poder, en
muchas naciones, de una generación