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dossier El síndrome Kessler En 1978 el astrofísico Donald Kessler, consultor de la NASA, enunció una teoría acerca de la posibilidad de una sucesión de colisiones en cadena que afectaría a los restos de basura espacial que orbitan alrededor de nuestro planeta. Kessler imaginó que el suceso se desencadenaría por el impacto de un meteorito contra un satélite artificial. La fragmentación de este último provocaría un elevado número de restos de basura espacial que, a su vez, impactarían contra otros satélites, aumentando el número de fragmentos hasta llegar a crear una esfera de basura espacial orbitando alrededor de la tierra. El número y densidad de los fragmentos sería tal que imposibilitaría posteriores lanzamientos, impidiendo de facto el acceso al espacio durante siglos. Los miles de fragmentos que provocó el autoderribo del satélite chino FY-1C en 2007 y el impacto entre el satélite americano Iridium 33 y el ruso Cosmos 2251 en 2009 indican que Kessler podría estar en lo cierto. En realidad, el síndrome que lleva su nombre podría iniciarse de una forma diferente, con el impacto de un fragmento de basura contra un satélite. Si el accidente provocase una explosión, los fragmentos se encontrarían en una zona mucho más saturada de satélites de lo que estaba en la época de Kessler y las probabilidades de que diese comienzo el síndrome serían mucho mayores que en 1978. Las alertas de colisión que los servicios SST vienen proporcionando a los operadores de satélites para que los desvíen y eviten impactos con fragmentos de basura espacial se convierten en un servicio de la mayor importancia. n Las probabilidades de impacto de un NEO son reducidas, pero la extensión del daño es tan grande que es necesario tomar medidas para una detección y seguimiento efectivas. Los objetivos de un servicio NEO deben incluir el catálogo de los objetos y sus datos de posición actual y futura, la estimación de posibles impactos con la Tierra o satélites, la valoración de las consecuencias del impacto y el desarrollo de métodos de desvío. Resulta evidente que el alcance de todo ello obliga a una coordinación internacional, pero cada servicio SSA debe disponer de expertos que detecten, sigan y hagan predicciones sobre los fenómenos NEO a partir de los datos obtenidos por sus respectivos sensores y medios de análisis. De ese modo, las autoridades, organismos y operadores de sistemas de satélites que puedan verse afectados recibirán con la mayor Cada lanzamiento origina alrededor de 100 elementos de basura espacial anticipación las alertas que se emitan. Las consecuencias en el ámbito militar de una alerta NEO son todavía mayores que en lo descrito para el clima espacial porque en función del alcance del incidente podría ser necesaria la alerta e intervención de las capacidades de emergencia para apoyo en casos de catástrofe. Por ello, la parte militar del servicio SSA debe disponer de los procedimientos y medios adecuados para difundir la información sobre NEO que sea de interés en cada caso. LA VIGILANCIA Y SEGUIMIENTO ESPACIAL (SS) Tenemos que pensar en la gran cantidad de objetos que hemos ido poniendo en órbita desde el 4 de octubre de 1957, fecha de lanzamiento del Sputnik 1. Aquel año se lanzaron 3 satélites, durante el año siguiente se lanzaron 17 satélites y, en estos sesenta años, hemos mantenido una asombrosa actividad que promedia más de 130 lanzamientos al año, es decir, por encima de 2 cada semana. Habitualmente, hay mas de 1.000 satélites operativos. Podemos estimar que cada lanzamiento origina alrededor de 100 elementos de basura espacial, incluyendo lanzadores que permanecen en órbita, cubiertas de protección liberadas tras cumplir su función, fragmentos producidos por los sistemas pirotécnicos de separación del lanzador y elementos diversos que se desprenden en el proceso de colocación en órbita. Además, se han producido pequeños accidentes en los acoplamientos con las diferentes estaciones espaciales; la propia operación de los satélites ha provocado el desprendimiento de elementos que se habían deteriorado con el paso del tiempo; fragmentaciones, pequeñas explosiones y otros incidentes que han colocado en órbita un número creciente de objetos de manera, digamos, difícilmente evitable. Además, hay que mencionar dos momentos funestos en la evolución de la generación de basura espacial. El 11 de enero de 2007 China tuvo la catastrófica idea de realizar una prueba de misil antisatélite contra una de sus naves de la serie Fengyun, el FY-1C, un satélite meteorológico no operativo que orbitaba a 865 km. El impacto supuso la mayor creación de basura espacial causada por un único suceso, con más de 2.000 piezas de tamaño identificable y varias decenas de miles de fragmentos menores que seguirán en la órbita baja terrestre durante siglos. El segundo evento fue la colisión accidental entre el satélite de comunicaciones Iridium 33 americano y el satélite militar ruso fuera de servicio Cosmos 2251. El impacto se produjo a 789 642 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Septiembre 2018


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