Page 93

RAA 876

El Personaje Lezama el de Bilbao Cuando en 1950 nació el Aero Club de Vizcaya, este cronista – aún con pantalón corto– bajo la tutela de su presidente, futuro suegro de mi hermana Paz, acudió al aeropuerto de Sondica para ver la llegada de las avionetas del rally a Santander y –¡sin podérmelo creer!– recibir el bautismo del aire. Entre los señores que conocí, a los que Manolo Zubiaga, el decano de los aviadores vascos (1913), me presentó como sobrino del Chista1, recuerdo a uno que, por vivir no lejos de casa, le conocía de vista. Era Fernando Lezama-Leguizamón y Zuazola. Esta es su historia. Nacido el 30 de mayo de 1902, estudió derecho y se licenció por la Universidad de Valladolid; atraído por la aviación, en vacaciones marchó a Inglaterra, formándose como piloto privado en 1932. Dos años después adquiría un British Klemm Swallow –n.º 9 de construcción– que se matriculó EC-XXA. Ya en España, con base en el aeródromo de Lamiaco, junto a Las Arenas, a tan solo un par de kilómetros de su domicilio, lo voló bastante, haciendo popular el dicho «Ahí va Leguizamón», tan pronto se dibujaba en el cielo su característica silueta alilarga. En aquel reducido aeródromo que lindaba con la ría donde había jugado al polo el rey Alfonso XIII se encontraba el crucial 18 julio 1936, y con la disculpa de que iba ponerlo en marcha a ver si el mecánico detectaba algún fallo que le preocupaba, se aproó al viento y despegó para pasarse a Vitoria y ponerse inmediatamente a las ordenes del teniente coronel Camilo Alonso Vega (creo que conocido suyo), quien en nombre de los sublevados se había hecho con la capital alavesa. Ya ese mismo día, acompañado de su paisano Chomin Hormaechea, quien portaba un mosquetón como arma defensiva, y cubierta la matrícula con papeles de periódicos, temiendo represalias a su familia si se le reconocía, inició los primeros servicios de enlace, lanzamiento de proclamas y reconocimiento sobre líneas del frente. A fin de año, junto a unos veintitantos pilotos civiles realiza en Tablada el curso para la obtención del título de piloto de avión de guerra; con él y el empleo de alférez provisional, se incorporó a los Junkers 52 y luego a los formidables Savoia 79 del segundo Grupo (4-G-28) que ante la grandilocuencia del primero (3-G-28) con su «No hay quien pueda», ellos acuñaron en su emblema «Tanto pita - Pita tanto…». De la sana rivalidad entre ambos nació aquel Carrasclás2 que los del primero les cantaban: «Muchos condes y marqueses, sangre azul yo no lo dudo, van a bombardear Mezquita y le dan a Monteagudo. ¡Carrasclás!, ¡Carrasclás!». En el 4-G-28 coincidió con dos amigos vecinos de Guecho también, Ignacio Ybarra y Luis de Zavala, y con la autoría de aquel tan simpático, que dicen que fue Pepín Cavanilles3, nació la divertida canción, que con la música legionaria de El novio de la muerte, se titulaba Lezama el de Bilbao. Acabada la guerra y creado el Aéro Club de Vizcaya, Fernando adquirió junto a su presidente, el pionero (1913) Manolo Zubiaga (foto), una Miles Messenger, y ya en los 60, una Cessna 172; con uno y con otro, en ambas les acompañé muchas veces. No quiero terminar sin referirme a la divertida foto que en plena guerra hizo Fernando Flores Solís, reuniendo al más gordo (Eugenio Gross), al más pequeño (Federico Vallés) y al más flaco (Fernando Lezama- Leguizamón). Recordándolos, Juan Antonio Gómez Trenor escribía en 1975 en la revista Avión: «Eran pilotos civiles y voluntarios como yo; Fernando era Requeté «de los de antes» y como no era un Apolo, le llamábamos algunas veces el Requetebonito. Parco en palabras, piloto muy fino, modelo de discreción, modesto hasta la exageración, cumplidor como el primero; compañero y camarada único, toleraba las bromas pesadísimas y algunas de mal gusto; gozoso se incorporó a nosotros a los Savoia 79 al principio de formarse la escuadra. Le he vuelto a ver solo una vez, con gran emoción por mi parte; sé que se casó y me dio gran alegría la decisión. Desde estas líneas le deseo toda clase de parabienes y felicidades». Su afición a la aviación le llevó a formar parte del consejo de Trabajos Aéreos y Enlaces (TAE), que promovida por su amigo Julio Alegría, inició su actividad charter con aquellos DC-7 bautizados Santurce, Guecho… Cuando allá por los años 70 dejó de volar le sucedió su hijo Fernando y su yerno Javier Chalbaud. Persona de una vasta cultura, toda su dilatada vida se preocupó de enriquecerla. Falleció a los noventa y, como ferviente católico que fue, en su esquela quiso que figurase un título del que íntimamente se enorgullecía; Adorador Nocturno Veterano Constante. 1Rogelio Azaola piloto 1918, falleció coronel 1954. 2Serenata o soniquete. 3Asturiano, teniente 4.ª Escuadrilla Azul. 91 servicios, 4 victorias. Cayó volando un FW-190. Falleció en combate aéreo en 1944. Medalla Militar. REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Septiembre 2018 699


RAA 876
To see the actual publication please follow the link above