Fortaleza de San Felipe, del tipo «morros»
usada en los territorios americanos. Arriba,
ilustración de ingenieros militares (s. XVIII).
Este último es, asimismo, comisario de
una exposición abierta al público en el
Gobierno Militar de la capital catalana
y que se ha completado con un ciclo de
conferencias (RED núm. 376).
El libro ahonda en la definición y
funciones de estas escuelas para mostrar
la importancia de unos centros de
enseñanza que se consolidarán a través
de la creación de la hoy tricentenaria
institución barcelonesa.
OBRA CIVIL Y DEFENSIVA
Segovia y Matilla indican que, en las
academias de matemáticas, se educaba
el personal «altamente cualificado» que
luego construía las grandes obras civiles
y militares, cartografiaba el terreno y
acompañaba a los ejércitos en la defensa
y ataque a las plazas fuertes.
Al asumir la docencia de oficiales y
especialistas, tenían diferentes niveles
Emblema del centro de enseñanza
decimonónico en el que se puede leer su
lema en latín: Nunc Minerva, postea Palas.
CIENCIA y milicia forman un
fructífero tándem que viene
de lejos en los ejércitos de la
monarquía española. La Real
y Militar Academia de Matemáticas de
Barcelona —fundada por Felipe V en
1720— es un hito más de esa simbiosis
y, además, vivero de una cualificada
educación castrense que aún da frutos.
El próximo 15 de noviembre se cumplen
300 años de su apertura, en concreto,
del inicio de su curso inaugural.
Abrió sus puertas impulsada por nombres
propios, como el del mencionado
monarca y el del ingeniero general Jorge
Próspero Verboom, en el marco de
una nueva época para «Las Españas»,
que estrenaban dinastía en el trono después
de una guerra, pero, también, con
la tradición de instituciones anteriores.
CUNAS DE CONOCIMIENTO
La Real Academia nació con un fin
que iba más allá de la enseñanza de las
matemáticas, al menos, como las entendemos
hoy. Su objetivo era «formar a
los cadetes y oficiales del Ejército más
capacitados, en los conocimientos y
teorías científicas», explica el libro Ingenieros,
militares, sabios.
Se trata de una obra conmemorativa
de este 300 aniversario, publicada por
el Ministerio de Defensa y que firman
dos especialistas en el centro: los coroneles
Francisco Segovia, del grupo de
trabajo Academia de Matemáticas de Barcelona,
y Rafael Matilla, director de la Biblioteca
Histórico Militar de la Ciudad
Condal, heredera de varios de los títulos
que emplearon los alumnos de antaño.
de estudios. En los primeros cursos,
dominaban las materias de interés general
para cualquier oficial. Les seguían
cursos más específicos y técnicos hasta
que, previo riguroso examen de acceso,
un pequeño porcentaje ingresaba en los
cuerpos de Ingenieros y de Artillería.
Las referencias más antiguas sobre
estos centros de enseñanza en el marco
de la monarquía hispana datan del
siglo XVI. Carlos I impulsó una escuela
artillera en Milán (Italia) en 1543,
recuerda Antonio de Lizaur en su artículo
La «otra» Academia, del libro La
Academia de Matemáticas. El legado de los
ingenieros militares, publicado —también
por Defensa— en 2004. Una obra coral,
fruto de la labor del citado grupo
de trabajo dedicado al estudio y divulgación
de la institución barcelonesa,
que ya preparaba la actual efeméride.
JUAN DE HERRERA
Felipe II siguió la estela. A instancias
del superintendente de Fortificaciones
Spanochi —que hizo saber al monarca
la necesidad de matemáticos, de ingenieros,
para ejecutar el plan defensivo previsto—
dio luz verde a la Academia de
Matemáticas y Arquitectura de Madrid.
Esta abrió sus puertas en 1582 y su
primer director fue el maestro Juan de
Herrera, el autor del Monasterio de
San Lorenzo de El Escorial. Cuatro
décadas después cerró, pero sus enseñanzas
pasaron a tener cátedra propia
en el Colegio Imperial de la capital.
Cabe señalar que, en ese tiempo y
durante siglos, arquitectos e ingenieros
fueron prácticamente oficios sinónimos.
Noviembre 2020 Revista Española de Defensa 61