El 12 de julio,
la UE aprobó
una misión de
formación en
Mozambique
Cientos de personas huyen
en julio del pasado año de
la violencia yihadista hacia
el puerto de Pemba, en la
región de Cabo Delgado.
de la seguridad, absolutamente ineficaces
si no van acompañadas de medidas
que generen más gobernanza, desarrollo
y justicia.
UN ESTADO IMPERFECTO
Desde su independencia oficial del poder
colonial portugués en 1975 tras una
década de lucha por la emancipación, la
historia de Mozambique se ha escrito
en términos de pobreza, subdesarrollo
y mal gobierno. Carente de cualquier
proyecto nacional, las nuevas autoridades
soberanas conformaron un régimen
republicano caótico y se aferraron a la
violencia como arma de poder.
En apenas dos años, en 1977, la población
mozambiqueña se sumió en una
destructiva guerra fratricida entre el
Frente de Liberación de Mozambique
(FRELIMO) y la opositora Resistencia
Nacional Mozambiqueña (RENAMO).
Después de quince años, en 1992,
los contendientes firmaron un frágil
acuerdo de paz en Roma que, lejos de
inaugurar un periodo de estabilidad y
prosperidad, se tradujo en más corrupción,
desigualdad y frustración social,
siempre bajo la hegemonía del omnipresente
FRELIMO: el partido político
que se ha proclamado vencedor en todas
las convocatorias electorales desde
poco ha avanzado en los últimos años.
En este convulso escenario, Filipe Nyusi
fue reelegido en 2019, tras una campaña
electoral marcada por el nuevo Acuerdo
de Paz y Reconciliación Nacional de Maputo,
y en la que la preocupante situación
que atravesaba el norte del país, cada vez
más asfixiado por la insurgencia rebelde,
el extremismo yihadista y la represión
gubernamental, fue completamente ninguneada.
Desde la independencia nacional, en
la región más septentrional de Mozambique
se ha generado —a fuego lento— el
sustrato perfecto para la eclosión de un
pretendido fundamentalismo islamista
que, para una minoría de la población
local, se ha convertido en excusa y válvula
de escape a su frustración social.
En la provincia de Cabo Delgado, ahora
epicentro del yihadismo regional, convive
una sociedad extremadamente joven —
carente de expectativas de vida a pesar de
los ingentes recursos naturales, principalmente
rubíes y gas natural— con la eterna
rivalidad étnica, muchas veces violenta,
entre los Mwanis (mayoritarios, musulmanes,
costeros, y seguidores de RENAMO)
con los Makondes (del interior, cristianos y
partidarios de FRELIMO). Por último, la
población local percibe que Maputo siempre
ha desatendido sus necesidades más
Septiembre 2021 Revista Española de Defensa 55
Ricardo Franco/EFE
1994, oficialmente multipartidistas. Con
el trasfondo de una latente tensión bélica
de menor intensidad, los comicios
de finales de 2014 reeditaron la victoria
de FRELIMO —con un 57 por 100 de
los votos, lejos de la mayoría aplastante
de todas las elecciones precedentes— y
convirtieron a Filipe Jacinto Nyusi en
el nuevo presidente nacional. Sin embargo,
su ascenso al poder no frenó la
reivindicación armada, especialmente
en el subdesarrollado y olvidado norte
del país. Esta que obligó a mantener
las sempiternas negociaciones de paz,
que se sellaron con un cese definitivo
de las hostilidades en mayo de 2017, y,
finalmente, con el desarme, la desmovilización
y la reintegración a la vida pública
de las fuerzas de RENAMO, que