LA FORMACIÓN DE LOS OFICIALES
DE INTENDENCIA: CAMBIAR
PARA CONTINUAR
Fernando SOTO MACEIRAS
ODRÍA escribir no solo los versos más tristes esta
noche, sino los argumentos más deslumbrantes a
favor del nuevo currículo del Cuerpo de Intendencia
de la Armada. Podría ensalzar su enfoque innovador
y su orientación a la excelencia y definir este
momento como un hito, un punto de inflexión. Pero
les voy a ahorrar un ejercicio de autobombo que
probablemente no convencería a nadie.
Que el papel lo aguanta todo es ya una verdad
tan asumida como dolorosa. Lo saben muchos de los
que tienen que organizar, planificar, programar o
diseñar algo, y lo sufren quienes posteriormente se
ven obligados a trabajar en esas organizaciones,
seguir esos planes y programas o utilizar esos dise-ños.
Vivimos, pues, con ella y estamos acostumbra-dos
a padecerla. Y, sin embargo, les aseguro que quien no conozca desde
dentro el mundo de la enseñanza no se imagina qué cotas de abstracción y
desconexión con la realidad puede alcanzar un papel.
Porque la enseñanza, en el ámbito y al nivel que sea, civil o militar, desde
la infantil hasta la de posgrado, tiene la suerte y la desgracia de que sus resul-tados
son difíciles de medir y valorar. Al menos a corto plazo. Ni para bien ni
para mal. Y, por lo tanto, lo admite casi todo, el planteamiento más espectacu-lar,
la teoría más grandilocuente y el más retorcido de los análisis sin que
aparentemente rechine nada.
Cuando hace poco más de nueve años embarqué en la Escuela de Especia-lidades
de la Estación Naval de La Graña (ESENGRA), enseguida me di
cuenta de que, en mis más o menos acaloradas discusiones con mi inmediato
superior, el jefe de Estudios, o con el comandante-director, casi todos mis
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