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REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 845

y diferentes premios a aquellos que por alguna razón concurren circunstancias que despiertan la admiración de los presentes. Al finalizar la cena se repasa la historia a través de un emotivo video en el que se intentó que todo el mundo pudiese identificarse en alguna parte del mismo. La gratitud de los invitados se pone de manifiesto a cada momento, a pesar de que, sin ellos, habría sido imposible contactar con todo el personal y poder llegar a reunirnos en el día de hoy. Ellos son los verdaderos protagonistas. Ya solo quedan unas horas, para llegar al último día, el domingo 23. Tras abrir las puertas de la Base a las 10 de la mañana, las carreteras de acceso desde Albacete quedarán, como casi siempre que se convoca un evento similar, colapsadas ante la cantidad de público que acude. La publicidad del acto en Albacete ha creado el efecto esperado de una ciudad con unos lazos tan importantes de unión con la Base Aérea. Toda esta cantidad de gente se suma a la asistencia de las más altas autoridades militares del Ejército del Aire, de las autoridades civiles a nivel regional y local, y de familiares y amigos en un día de celebración tan importante para el personal de la Unidad. Dentro de la jornada se realiza un acto militar, presidido por el JEMA, que culmina con un acto de homenaje a los caídos, en el que se recuerdan especialmente los 14 fallecidos y en el que participan familiares de estos portando la corona. Finalizando el acto de los caídos, 2 F-1 con los pilotos más modernos del 141 SQN, los tenientes Nogales y Guillamón, realizan la pasada de homenaje sobre el público. dossier El último vuelo del Mirage F-1 MARIO GARCÍA GARCÍA Comandante del Ejército del Aire Ha llegado el momento, después de 38 años de historia y más de 200.000 horas de vuelo en el Ala 14 y de 250.000 entre el resto de Unidades que han volado el Mirage F-1, toca realizar el último vuelo. Ningún avión de caza en el Ejército del Aire ha llegado tan lejos hasta ahora. Nos encontramos en la Base aérea de Albacete, es una mañana fría de invierno, más concretamente el 30 de diciembre de 2013. Dos Mirage F-1 (C-14M-54 y C-14M-67) junto a dos antiguos pilotos del 141 Escuadrón que el destino ha decidido que sean de la misma promoción, se ven frente a frente para realizar, ahora sí, el último vuelo en el que las tierras manchegas verán surcando los cielos a un viejo conocido. La idea será realizar un vuelo tranquilo, pensado única y exclusivamente para el disfrute, tanto de los pilotos como del propio avión. Se planea una sencilla ruta baja cota por el Sur, lugar en el que se encuentran los valles, laderas y cimas más atractivas de la zona. Ideal para volar y recordar todos esos vuelos que en el pasar de los años se han ido sucediendo una y otra vez para entrenamiento de los pilotos y con el único objetivo de volar lo más bajo, preciso y seguro posible, consiguiendo de esta manera la suelta del armamento sobre los objetivos. Sin embargo, en esta ocasión será un tanto diferente. A medida que nos acercamos al avión para la puesta en marcha, ambos pilotos somos conscientes de que ese vuelo será especial, no solo por lo que representa, sino por lo que nos hará recordar mientras acometemos las diferentes fases del vuelo. Inspección exterior de avión e interior de cabina. Una vez atado y listo para la puesta en marcha, se pulsa el botón de arranque, en ese momento empiezan los primeros recuerdos. Todos aquellos que hemos volado el F-1, recordaremos ese característico sonido agudo producido por el Microturbo indicando una secuencia de arranque correcta, acompañado de un leve sonido repetitivo producido por las bujías que comienzan a dar chispa. Al mismo tiempo, con la vista en los parámetros de motor, confirmas que se mantienen dentro de límites hasta que se estabilizan. Continuamos con los rutinarios procedimientos de comprobación y puesta en marcha de equipos. Finalmente y con el permiso de la Torre de control, se comienza el rodaje. Unas vez más el destino hace de las suyas y considera, probablemente con muy buen criterio, que este vuelo debe realizarse en soledad. Uno de los aviones aborta después de la puesta en marcha al comprobar que los amortiguadores no resetean. Es curioso, más de 1500 horas de vuelo en F-1 y nunca me había ocurrido tal cosa. Repito, el destino quiso que el vuelo fuera mejor realizarlo solo. Piloto y avión se encontrarán por última vez en el aire. De esta manera, cada uno hará su despedida particular, sintiendo con más emoción, si cabe, todos esos recuerdos que seguro irían asaltando a medida que discurriera el vuelo. En mi caso, después de solucionar el problema tras una hora de comprobaciones en los equipos de mandos de vuelo, decido lanzarme justo en el momento en que mi compañero de fatigas regresa. Como no, todos recibimos al avión y al piloto como se merecen. No somos muchos, pero eso da igual, las emociones y los recuerdos son muchos y las fotografías llevarán impreso el hecho de que ese ha sido el último vuelo de F-1, y nosotros hemos sido los protagonistas: mecánicos, armeros, pilotos y por supuesto el avión. A continuación me dirijo a mi avión, nuevamente se repiten los procedimientos que finalmente me llevarán hasta la cabecera de pista. El despegue está pensado para todos aquellos que lo verán desde el suelo, sitio privilegiado para los controladores de la Torre que verán el último F-1 despegando desde su pista y autorizado por ellos. Ahora sí estamos solos, es momento de disfrutar y recordar. Lo primero que me viene a la mente son los primeros vuelos de Teniente, cuando en el plan de instrucción me esforzaba por mantener los parámetros de velocidad, 656 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Julio-Agosto 2015


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