Bibliografía REPORTERAS ESPAÑOLAS, TESTIGOS DE GUERRA DE LAS PIONERAS A LAS ACTUALES. Ana del Paso. Barcelona: Debate, 2018. 334 páginas, 15 x 23 cm. ISBN: 978-84-9992-830-2 https://www.megustaleer. com/libros/reporteras-espaolas testigos-de-guerra/ MES-088046 Cubrir una guerra no es solo cosa de hombres. Ese es el título del epílogo, y también la idea que subyace a lo largo de todo el libro de Ana del Paso, periodista de amplia experiencia, investigadora y docente. Era una obra necesaria, en la que se reivindica el papel de las mujeres en una faceta tan dura y exigente del periodismo como es la corresponsalía de guerra, tarea hasta hace muy pocos años realizada íntegramente por hombres. Para acceder a ella, las mujeres tuvieron que realizar un esfuerzo extra, porque diariamente se les exigía que demostraran su valía. El trabajo de los periodistas en zonas de conflicto es siempre urgente, precario y arriesgado. Es habitual regresar con la sensación de que se podría haber hecho algo más de lo que se hizo, y se experimenta la implicación personal que surge tras asistir a tantos horrores. Las mujeres que han elegido dedicarse a esta faceta del periodismo se encuentran todavía con más dificultades, muchas de ellas incluso antes de iniciar el viaje: «¿cómo te vamos a enviar, si tienes cinco hijos?». Aunque no sea exclusiva de las mujeres, la sensibilidad y la empatía hacia las víctimas ha caracterizado generalmente sus trabajos como corresponsales de guerra, y esa actitud se ha ido generalizando también entre sus compañeros varones. Un ejemplo de esa tendencia podría ser el inolvidable programa de Carmen Sarmiento para TVE Los marginados, que inauguró en nuestro país una nueva forma de ver los conflictos, desde la perspectiva de las víctimas. Para los medios de comunicación españoles, la parte final de la década de los 80 e inicios de la de los 90 del pasado siglo supusieron una época dorada para la cobertura de los diferentes conflictos entonces existentes. Nuestro país acababa de incorporarse a la Unión Europea, y había un gran interés por recibir noticias de primera mano sobre la situación internacional. Además, en esos años se fundaron las cadenas privadas de televisión, así como las autonómicas, y se estaban consolidando varios de los grandes periódicos de tirada nacional. Ese escenario favoreció la incorporación de numerosos periodistas a la corresponsalía de guerra, y entre ellos, muchas mujeres. Pero no fueron las primeras, eran las seguidoras de otras pioneras que habían abierto el camino años antes. Nuestro país había contado ya desde finales del siglo XIX con abanderadas de los derechos de la mujer que habían relatado los conflictos de su época, como Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal o Josefina Carabias. Todas ellas tuvieron que luchar denodadamente, pues además de las dificultades a las que tenían que hacer frente para deslazarse y realizar su trabajo, con frecuencia con que no se les permitía firmar sus propios artículos, con lo que era frecuente emplear seudónimos masculinos. O se daban situaciones, no exentas de paternalismo, como las que relataba Carmen de Burgos – Colombine- que cuando entregaba un trabajo en el medio para el que trabajaba le preguntaban invariablemente: «¿de parte de quién trae usted el artículo?». A partir de la guerra del Vietnam la opinión pública empezó a ver de otra forma los conflictos armados, y aumentó la sensibilidad hacia las víctimas colaterales. A ello contribuyeron las nuevas actitudes sociales tras la Segunda Guerra Mundial, así como por el papel de la televisión que permitía una aproximación mucho más cercana a los conflictos en comparación con los noticiarios cinematográficos de las décadas anteriores. Pero en ese cambio de sensibilidad influyeron también personalidades como Oriana Fallaci, referencia indiscutible en el periodismo del siglo XX. En esos años empezaron a trabajar en nuestro país periodistas pioneras como Teresa Aranguren, Rosa María Calaf, María Dolores Masana, Carmen Sarmiento o Maruja Torres, que abrieron el camino al que se fueron incorporando muchas otras en años sucesivos, muchas der las cuales han compartido sus vivencias con la autora de este libro. Sin embargo, las condiciones actuales son de gran precariedad en muchos aspectos. Tras la crisis de 1993 los medios españoles redujeron drásticamente el número de sus corresponsales en el exterior. Además, las formas de acceder a la información fueron cambiando radicalmente desde la implantación de internet y de las redes sociales. Y además se extendió entre nuestro público un creciente desinterés por los asuntos internacionales. Quizá por ese motivo y por la necesidad de captar audiencias, muchos medios están apostando más por el cortoplacismo y el espectáculo que por la información. Cada vez se despliegan menos periodistas a la primera fila de los acontecimientos internacionales, y quienes lo hacen cuentan con una financiación tan escasa que afecta seriamente a la calidad de la información. La autora ha querido dar voz y visibilidad a la tarea de las corresponsales de guerra, para que se conozcan las dificultades y trabas que tuvieron y que tienen que superar para poder llevar a cabo su trabajo. Muestra gran respeto y admiración por el ejemplo de la periodista norteamericana Marie Colvin, muerta en Siria en el ejercicio de su trabajo, quien afirmó: «nuestra misión es informar sobre el horror de la guerra con precisión y sin prejuicios ». Esa frase resume la tarea del corresponsal de guerra en general, y es lo que simplemente pretenden hacer las mujeres que han optado por esta dura y comprometida profesión, pero bellísima, de dar testimonio del sufrimiento que originan unos conflictos que sin su trabajo podrían ser ignorados o mal interpretados. Tampoco podemos olvidar la labor que realizan dando a conocer las situaciones a las que se enfrentan tantos hombres y mujeres de nuestros ejércitos en las misiones en las que están interviniendo, con despliegues a lo largo de todo el mundo. 128 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Enero-Febrero 2019
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