Donoso-Rodríguez D.
bles son la paciencia, el autocontrol o la flexibilidad (Harbottle,
1995). En estas operaciones los soldados con una fuerte vocación
de mantenimiento de la paz y menor espíritu guerrero están
más motivados y sufren menor impacto psicológico adverso
(Britt, Adler y Bartone, 2000).
Las misiones de las FAS se encuentran recogidas en la legislación:
garantizar la soberanía e independencia, defender la integridad
territorial y el ordenamiento constitucional. La actual
proyección internacional se concreta en la participación como
observadores, fuerzas de interposición, de mantenimiento de
la paz o de ayuda humanitaria. El militar debe estar preparado
para afrontar situaciones de combate haciendo un uso gradual
y proporcionado de la fuerza. Existen una serie de valores militares,
principios éticos o normas de comportamiento, entre los
que destacan el honor, la disciplina, el valor, la lealtad y el compañerismo.
Por tanto, las características específicas de la función
militar implican un nivel de servidumbre como pocas profesiones,
siendo la más extrema la posibilidad de perder la vida en su
ejercicio.
Tras la caída del muro de Berlín, las nuevas amenazas para la
seguridad internacional están relacionadas con fenómenos tales
como el terrorismo, los tráficos ilegales (de personas, armas o
drogas), el medio ambiente, las armas de destrucción masiva,
la globalización, los radicalismos étnicos o religiosos, el crimen
organizado o las enfermedades (Guzmán, 2013). En un estado
moderno, las Fuerzas Armadas deben cumplir 3 funciones esenciales:
expresión de los intereses de la sociedad en materia de
seguridad y defensa, asesoramiento en esos temas y ejecución de
las misiones que le asigne el poder político (Huntington, 1956).
La propia estructura internacional obliga a los estados a dotarse
de un ejército, aunque sea a nivel básico (Waltz, 2007).
2. EXPECTATIVAS
Las expectativas conforman una de las cuatro variables dentro
de la teoría motivacional de Rotter (1975), con las que se
pretende predecir la conducta de las personas. Se refiere a la
anticipación subjetiva del individuo acerca del resultado de su
conducta, siendo una experiencia subjetiva basada en la memoria
selectiva de las personas, sobre la que influyen prejuicios,
intereses, creencias, experiencias, valores y esquemas mentales
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(Sheffrin, 1985). Al anticipar el futuro, con una base racional
y emocional, recogen tanto esperanzas, temores y deseos, como
previsiones y estimaciones realistas (Castro, 2008).
Las FAS y la familia son dos instituciones voraces y demandantes
(Bourg y Weschler, 1999), motivo por el que entran en
conflicto (Hernández, 2008): por el tiempo (horarios, disponibilidad);
por tensión (apoyos, participación en misiones); y por
comportamiento (un rol influye en el otro). La motivación de los
soldados en los despliegues afecta al bienestar familiar, siendo
obvio que las expectativas laborales dependen de la compatibilidad
laboral y personal/familiar. La temporalidad laboral creciente
no se refleja de igual modo en la milicia, donde existe una
disponibilidad temporal total.
Las expectativas de los sujetos en las organizaciones a las
que pertenecen se cimentan, fundamentalmente, en los valores
o el ideario de las mismas, que sirven de aglutinante y referente.
Podemos entender el concepto de «valor» como «la cualidad que
poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son
estimables» (RALE). Los valores pueden ser éticos, estéticos,
económicos, políticos o sociales; superiores e inferiores; positivos
o negativos. Se relacionan con la elección de las opciones
más deseables en función de la concepción del mundo que se
posea (López Franco y García Corona, 1994). Los seres humanos
poseemos sentimientos de identidad y pertenencia a grupos
o entidades: raza, lengua, religión o clase (Maalouf, 2004). Estos
sentimientos identitarios posibilitan la creación de los «otros»,
aquéllos que no pertenecen a ese grupo y que, fácilmente,
podrían calificarse como «el otro» o «el enemigo».
Como ya hemos señalado, las FAS poseen una serie de valores
tradicionales que otorgan a sus miembros un fuerte sentido
de pertenencia y un marcado simbolismo asociado, fruto
de su característica como depositario de la fuerza y, por tanto,
poseedor de una «cultura militar» y un «sistema distintivo de
valores, creencias, actitudes y normas que caracterizan la idiosincrasia
militar» (Gutiérrez, 2002). Dichos valores se transmiten
mediante la enseñanza militar (la primera escuela de artillería
española data de 1559, en Burgos) y, por otro lado, en las unidades
militares con su código de conducta y símbolos propios.
Las actuales misiones de paz pueden implicar un ideario propio
y diferente, en relación a los valores más relevantes en los
ejércitos (mentalidad del peacekeeper), aunque estas misiones
aparezcan como subsidiarias, siendo la principal la de defender
la soberanía o la patria. Parece que un soldado que ha sido
entrenado para la guerra debe ahora evitarla, «debe ser capaz
de interoperar en un área de conflicto o postconflicto, dentro
de un entorno multinacional y multidisciplinario, respetuoso de
las diferentes culturas, guiado por un profundo entendimiento
de los principios de la ONU (…), demostrando características
de personalidad tales como tolerancia, flexibilidad, actitud
positiva, autonomía e iniciativa, tacto, paciencia y diplomacia»
(Campos, 2006).
Estudios realizados acerca de los valores predominantes en
ejércitos de otros países (Malamud, 2013), reflejan que, por ejemplo
en USA serían, por orden de importancia: lealtad, deber, respeto,
servicio, honor, integridad y coraje. En Gran Bretaña, nos
encontramos con el compromiso, coraje, disciplina, integridad,
lealtad y respeto. En Malasia: creencia religiosa, disciplina, lealtad,
sacrificio, espíritu de cuerpo, integridad y coraje.
Figura 2. Soldado ONU. Descargado de: https://peacekeeping.
un.org/es/military.