labor. Es 11 de septiembre, el primer día
de estos militares como rastreadores y
todo está saliendo según lo previsto.
Forman parte de la operación Misión
Baluarte puesta en marcha por el Ministerio
de Defensa y de cuya dirección se
ha hecho cargo el nuevo jefe del Mando
de Operaciones, el teniente general
Francisco Braco. Desde la base de Retamares
(Madrid), al igual que sucedió
con la operación Balmis, se coordinan
de nuevo todas las intervenciones de las
Fuerzas Armadas, incluido el trabajo de
los rastreadores ya disponibles.
El Departamento, a través de la
UME, ha formado como rastreadores a
los 2.000 militares que el Gobierno ofreció
a las comunidades autónomas a finales
de agosto. A alguno más, por si
fuera necesario. Quince de ellas —todas
menos Cataluña y el País Vasco— han
aprovechado este ofrecimiento y a lo largo
del mes de septiembre han ido integrando
en sus sistemas a los miembros
de las Fuerzas Armadas.
El presidente de Melilla, Eduardo de Castro, se interesa por el trabajo que desarrollan los rastreadores
militares en el centro de seguimiento de la ciudad autónoma.
Al cierre de esta edición, un total de
1.762 rastreadores solicitados por las
comunidades autónomas ya estaban
trabajando. De ellos, 1.323 pertenecen
al Ejército de Tierra, 206 a la Armada y
231 al Ejército del Aire.
Andalucía, con 360, es la comunidad
autónoma que más militares ha pedido
para esta labor, seguida de Castilla
Ciudad Autónoma de Melilla
y León, con 245, Galicia, con 180, y
Madrid y la Comunidad Valenciana, con
150, unas cifras que podrían variar en
función de la evolución de la pandemia.
Dada la experiencia acumulada, la
Unidad Militar de Emergencias también
podría formar a rastreadores civiles en
aquellas comunidades autónomas que
lo soliciten.
>SARGENTO CHRISTIAN SEVILLA RICÓS / EJÉRCITO DE TIERRA
«Nos reciben muy bien cuando
decimos que somos militares»
EL sargento Sevilla se ha encontrado con tres perfiles diferentes
entre las personas a las que ha rastreado desde el Centro
de Coordinación COVID de Mallorca, donde trabaja junto a enfermeras
civiles. «Están las que no pueden contener las lágrimas al
enterarse de que un familiar es positivo, las que aceptan el resultado
y están dispuestos a hacer lo que haga falta y las que están en fase
de negación». Le pasó con una señora y su hija: «Alegaban que se
encontraban bien y que no iban a guardar cuarentena porque temían
perder el trabajo. Al final conseguí hacerlas entrar en razón y siempre
que las llamaba, para hacerles el seguimiento, estaban en casa». Si
alguien se niega en redondo a seguir las normas se aplica el protocolo:
«Llamamos al 112 y, a partir de ahí, se avisa a las Fuerzas de Seguridad
del Estado, que se presentan en el domicilio y se aseguran de que
no salen de casa».
Cuando se enfrenta a casos difíciles se acuerda de la formación
recibida de Defensa y de la comunidad autónoma balear donde «trabajábamos
con casos reales». Sabe que sus principales herramientas
como rastreador son su voz y un discurso convincente. «La mayoría de
la gente nos recibe muy bien, sobre todo, cuando les decimos que somos
del Ministerio de Defensa y que pertenecemos al Centro de Coordinación
COVID».
8 Revista Española de Defensa Octubre 2020