Empleo de las Fuerzas Terrestres
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Del análisis concreto de estas tres referencias
se extrae la conclusión de
que, si bien se distinguen claramente
de las de los países occidentales,
se mantiene un núcleo duro de estos
principios como base de sus planteamientos,
que podrían ser considerados
también como fundamentales.
En todos los países de nuestro entorno
se están llevando a cabo estudios
prospectivos con el horizonte puesto
en el año 2035, en los que se identifican
diferentes tipos de rupturas estratégicas,
sociales y tecnológicas.
Estas fracturas invitan a reflexionar,
no solo sobre la persistencia de los
principios del arte de la guerra, sino
también sobre sus procesos de aplicación,
así como sobre la definición
de nuevos efectos tácticos y operaciones
que desarrollar, a fin de crear
las condiciones para una victoria estratégica
y una paz duradera.
LA SOLUCIÓN ESPAÑOLA
Los principios son consustanciales
al arte de la guerra y forman parte de
la cultura militar de cada país. En el
cuerpo doctrinal español se definen
como verdades fundamentales correctamente
formuladas, obtenidas
de la observación de los conflictos
y guerras del pasado, que sirven de
guía para conducir operaciones militares
futuras.
Dentro de ellos, se identifican como
principios fundamentales del arte militar
aquellos conceptos básicos y generales
que rigen de una manera permanente
las acciones victoriosas de
los ejércitos, según se desprende del
examen de la historia, apoyándose en
verdades confirmadas.
Además, y como principios operativos,
se definen aquellos conceptos específicos
que rigen la actuación de las fuerzas
terrestres en las operaciones en
todo el espectro del conflicto11.
La doctrina española se basa en la
escuela jominiana, lo que se pone de
manifiesto cuando se analiza su evolución.
Así, en la Doctrina para el empleo
táctico de las Armas y los Servicios, del
año 1924, del Estado Mayor Central
del Ejército, se establecían como fundamentales
los principios de voluntad
de vencer, acción de conjunto y sorpresa,
y se resaltaban también otros permanentes
e inmutables, tales como la
libertad de acción, la conservación del
contacto, el aprovechamiento del éxito
y la economía de fuerzas, cuyo valor se
derivaba de su relación y armonía con
los fundamentales12.
En la doctrina provisional de 1958 se
mantuvieron sin variación los conceptos
anteriores.
En la doctrina de 1980 se identificaban
como principios fundamentales:
la voluntad de vencer, la libertad
de acción y la capacidad de ejecución,
y se propugnaban como principios
complementarios: la seguridad,
la sorpresa, la economía de medios,
la acción de conjunto, el aprovechamiento
del éxito y la flexibilidad, además
de hacerse hincapié en que estos
principios, de carácter operativo, se
complementaban con los fundamentales,
variando su grado de aplicación
de acuerdo con las circunstancias.
Finalmente, se aludía a los procedimientos
estableciendo que «los que
se utilizan en el combate evolucionan
al compás de los perfeccionamientos
del armamento, de los cambios de situación
y de la clase de lucha»13.
En la publicación doctrinal «Empleo
de la Fuerza Terrestre», en su versión
de 1998, se reseñaba que «los principios
de la guerra constituyen la base
formal permanente de la ciencia y el
arte militares. Sin ellos, la base científica
de la conducción de las operaciones
militares carecería de solidez y
el arte militar no podría presentar las
manifestaciones geniales de los grandes
hechos que enseña la historia. Los
principios sirven como punto de apoyo
a las teorías y las doctrinas mediante su
ponderación y adaptación según el ambiente
económico-social, el nivel de desarrollo
tecnológico de los medios y el
criterio político establecido para la realización
de la guerra en cada época»14.