para que los oficiales de ingenieros
informasen de los caminos que pudieran
ser mejorados, así como sobre
su seguridad. Pero no fue hasta junio
de 1761 que el rey Carlos III sancionó
un Real Decreto para hacer caminos
rectos y sólidos en España, que
faciliten el comercio de unas provincias
a otras, lo que supuso el inicio de
la construcción de una verdadera red
de carreteras nacional digna de ese
nombre, y se pasó de veredas y caminos
de herradura a caminos aceptables
para el tránsito de carruajes de
ruedas e incluso incipientes carreteras,
haciendo al Real Cuerpo de Ingenieros
responsable de estos trabajos.
En 1778 había tan solo unos 200 oficiales
del Real Cuerpo de Ingenieros,
de los que tan solo una cincuentena
de ellos estaba destinada en América.
Este escaso personal tuvo que
hacer frente a las mejoras y edificación
de nuevas fortificaciones en los
25 puertos existentes en Cuba, Santo
Domingo, México, Honduras, Nicaragua,
Panamá, Colombia, Venezuela,
Guayana, Perú, Chile, Argentina y Uruguay.
A ello sumaron la urbanización
de las plazas nacidas a su alrededor,
el levantamiento topográfico del territorio
colindante, el estudio de las vías
de comunicación terrestres y fluviales
y la construcción de puentes y canales.
Merecen fama las fortificaciones de
Cartagena de Indias, que entraron
en la historia debido a la gran derrota
que las armas españolas infligieron a
los británicos en 1741. En ella merece
mayor reconocimiento y honor el coronel
de Ingenieros don Carlos Desnaux,
artífice de la defensa de los fuertes de
San Carlos y de San Felipe y del posterior
contraataque español sobre la
fuerza británica invasora. También la
merecen las fortificaciones de la isla
de Cuba, reforzadas en el último tercio
del siglo xviii tras la toma de La Habana
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por los británicos; las fortalezas de
Santa Marta, en la costa venezolana; el
castillo de San Fernando de Omoa, en
Honduras; el castillo de la Inmaculada
Concepción, en el río San Juan de Nicaragua;
las fortalezas de San Juan de
Puerto Rico y el castillo de San Lorenzo
del Real del Chagre, en el itsmo de
Panamá. Quedan en el tintero un sinfín
de fortalezas esparcidas por todo el territorio
americano, desde la Patagonia
hasta La Florida, y por todo el territorio
asiático y pacífico desde la bahía
de Vancouver hasta las islas Filipinas,
cuya relación y catálogo está aún por
confeccionar. No queremos dejar en el
olvido tampoco los fuertes del norte de
África, representados en este trabajo
por el castillo de San Andrés de Orán,
del ingeniero Juan Ballester. Ojalá estas
líneas sirvan de acicate para que alguna
institución emprenda la noble tarea
de rescatar del olvido este inmenso
legado español en el mundo.
De los trabajos civiles realizados en
América cabe mencionar, a modo de
botón de muestra, los trabajos hidráulicos,
canales y diques de Cartagena
de Indias, realizados por los ingenieros
Lorenzo Solís y Antonio de Arévalo
entre 1756 y 1794; el camino de Veracruz
a la ciudad de México, construido
por el ingeniero Miguel Corral (1784);
el muelle de Veracruz, de Lucas Luján
(1770); los trazados urbanos de Buenos
Aires, de los ingenieros Carlos Cabrer
y José Pozo; el palacio virreinal de
Santa Fe de Bogotá, del ingeniero Juan
Jiménez (1781); y la Alcaicería de San
José de Manila, del ingeniero Tomás
Sanz (1783).
Son innumerables los ejemplos de la
actividad cartográfica llevada a cabo
por los miembros del Real Cuerpo de
Ingenieros en los siglos xviii y xix; nos
remitiremos a los cuadros que adornan
las paredes de numerosos acuartelamientos
del Ejército de Tierra, así
como a las colecciones cartográficas
del Ministerio de Defensa.
Afortunadamente, conocemos los
nombres de los protagonistas de
nuestra historia gracias a un listado
que se conserva en la actual Academia
de Ingenieros de Hoyo de Manzanares,
confeccionado con datos
extraídos del Archivo Nacional de Simancas,
que necesita una revisión a
Nombramiento de D. Carlos Sovillard Desnaux como Ingeniero Ordinario fondo y la documentación definitiva