65
1 boticario y 40 hombres de mar, origen
de la actual Compañía de Mar
de Melilla, la unidad más antigua del
Ejército español.
A partir de entonces la plaza ha estado
sometida a un estado de guerra
permanente, hostigada y asediada
por los habitantes de alrededor, que
se niegan a asumir la presencia cristiana
en su territorio. Por eso, desde el
primer momento fue necesario fortificarla
de forma adecuada. Con el paso
de los siglos sus murallas y torreones
se han ido reforzando y reformando,
hasta configurar un sistema defensivo
prácticamente infranqueable. Testimonio
de ello son los cuatro recintos
fortificados que se conservan en
la actualidad, perfectamente restaurados
y rehabilitados.
El Primero de ellos corresponde a inicios
del siglo xvi, cuando Carlos I decide
concentrar el perímetro defensivo
en la parte alta de la ciudad para
una mejor defensa. Sus torres altas y
circulares y sus extensos lienzos de
estilo renacentista le dan un aspecto
medieval. Tras esos muros se va a desarrollar
a partir de entonces la vida
cotidiana de los melillenses.
El Segundo Recinto comprende la
antigua fortaleza musulmana y actual
Plaza de Armas. Con fortificaciones
menos consolidadas, proporcionaba
una zona de seguridad avanzada.
Allí se establece una pequeña ermita,
cuarteles para la tropa y alojamiento
para presidiarios, que son enviados
a la ciudad a partir del siglo xvii.
A finales de este siglo va a sufrir una
profunda transformación, con la aplicación
de nuevas técnicas de fortificación
abaluartada. Se le dota de un
Hornabeque con su foso y dos baluartes
que lo defienden, San Pedro y San
José Alto.
En el transcurso del siglo xvii tres Gobernadores
entregaron su vida por la
defensa de Melilla, combatiendo con
arrojo al frente de sus tropas: Carlos
Ramírez de Arellano en 1646, Luis de
Sotomayor en 1649 y López Moreno
en 1687, lo que da idea de los duros
combates que los españoles debían
sostener habitualmente.
Cuando los Borbones acceden al trono
de España en el siglo xviii dedicarán
mayor esfuerzo al mantenimiento
de los presidios africanos. Melilla vivirá
lo que se conoce como el «Siglo
de Oro» de la ciudad. Se mejoran y refuerzan
sus fortificaciones y se construye
el Tercer Recinto, adelantado al
anterior, compuesto de tres baluartes,
el de las Cinco Palabras, San Fernando
y San José Bajo, dispuestos a
modo de corona abaluartada, que defienden
el foso exterior circundante a
la plaza, el foso de los Carneros.
Para mayor seguridad se ocupan las
alturas dominantes del norte y allí se
construye, a partir de 1734, el Cuarto
Recinto, línea de protección exterior
con fuertes como el de San Miguel,
San Carlos, las Victorias o el Rosario.
La plaza resulta ahora casi inexpugnable.
Y así quedó demostrado en el sitio que
el Emperador de Marruecos puso a
la ciudad entre diciembre de 1774 y
marzo de 1775 al frente de un poderoso
ejército. Conocido como el «Sitio
de los Cien Días», fue sin duda la prueba
más dura a que había sido sometida
hasta entonces.
La guarnición de Melilla se repartía
entonces entre una guarnición ordinaria,
establecida de forma permanente
en la ciudad, y otra extraordinaria,
Primer Recinto. Puerta de Santiago. 1515. Modelo de fortificación renacentista