Convento de San Agustín el Viejo, sede de la Academia a partir de 1752
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Verboom entre 1715 y 1719, tras la
conquista de Barcelona en septiembre
de 1714. A sus clases asistían no
solo los alumnos nombrados como tales,
sino otros oficiales presentes en la
plaza en situación de expectativa de
destino, en calidad de oyentes.
Mateo Calabro había sido comisario
de Artillería y se le nombró ingeniero
para que pudiera ejercer la dirección
de la Academia. Era un buen matemático
y profesor, pero tenía un carácter
muy independiente que le hacía resistirse
a la autoridad del Ingeniero General.
No es objeto de este artículo
presentar las desavenencias habidas
entre Calabro y Próspero de Verboom.
Tan solo diremos que tras 18 años al
frente de la Academia, Mateo Calabro
fue relevado de la dirección de la misma
el 14 de marzo de 1738, puesto
que se encomendó al Ingeniero Ordinario
don Pedro de Lucuze, profesor
de la Academia desde hacía dos años,
porque en él concurrían las circunstancias
de capacidad en las Matemáticas
y demás ciencias concernientes
a la profesión, buena conducta y particular
genio para enseñar. Pedro de
Lucuze fue nombrado «director en
propiedad» de la Academia y se le ascendió
a Ingeniero Segundo, con el
empleo de teniente coronel. Lucuze se
mantuvo en la dirección de la Academia
hasta su fallecimiento, en noviembre
de 1779. Estos 40 años fueron la
época más brillante de la Academia
de Matemáticas de Barcelona. Por ella
pasaron la gran mayoría de los oficiales
ingresados en tiempo en el Real
Cuerpo de Ingenieros y muchos otros
oficiales de otros institutos y cuerpos
(Infantería, Caballería y Dragones; Artillería
hasta 1751), que llegaron hasta
las categorías y empleos más altos
del Ejército.
A partir de 1752 la Academia se trasladó
al convento de San Agustín Viejo,
un edificio de origen medieval que había
sido restaurado tras la ruina sufrida
en el asedio de Barcelona de 1714.
Su interior se decoró con pinturas
alegóricas de la ciencia y la milicia, y
con medallones dedicados a Minerva
y Palas, diosas de la sabiduría y de la
guerra, respectivamente, que hacían
referencia al lema de la Academia:
Nunc Minerva, postea Palas.
Desde su inicio, la Academia se había
regido por costumbres habidas desde
su creación, por reglas heredadas de
la Academia de Bruselas y por instrucciones
generales dictadas por el propio
Próspero de Verboom. El Ingeniero
General y el director de la Academia
elaboraron diversos programas de estudios
que se unieron a un largo debate
existente en aquella época sobre
la mejor organización de los estudios
científicos para los militares españoles.
Cuando Lucuze se incorporó a la
Academia se le encargó un informe al
respecto, que más tarde fue la base de
la Real Orden de 22 de julio de 1739
por la que se promulgaron las Ordenanzas
e Instrucción para la enseñanza
de las Matemáticas en la Real y Militar
Academia que se ha establecido
en Barcelona y las que en adelante se
formaren, conocida como Ordenanza
de 1739.