Internet y nuevas
tecnologías Ángel Gómez de Ágreda
Coronel del Ejército del Aire
Doctor en Ingeniería
de Organización (UPM)
angel@angelgomezdeagreda.es
revista de aeronáutica y astronáutica / octubre 2022
844 internet y nuevas tecnologías
Lo escribió José Luis Perales, pero
en mi memoria resuena en el timbre
de Amaya Uranga en las mocedades
de los años noventa: «el mundo fue
solo de los dos y para los dos». Treinta
años más tarde, la poesía ha dado
lugar a la prosa y, después de tanto
tiempo de inflarla, la globalización se
ha pinchado como hacen todos los
globos, de repente.
La Internet se nos balcaniza, igual
que la economía, y se rompe en mundos
irreconciliables bajo la razón –o
el pretexto– de la sostenibilidad de
la cadena de suministro. Todo fluye
hacia los polos y no queda más que
esperar que, como en el caso de los
magnéticos, las tensiones entre ambos
generen la energía que haga
que el mundo se mueva.
De momento, todo es barrer para
casa, cerrar filas y evitar infiltraciones,
ya sean operativas o industriales. Lo
vimos en el caso del desarrollo de las
redes de 5G con Huawei, en las redes
sociales con Tik Tok o, como comentamos
en su día en estas mismas
páginas, en los drones de la empresa
china DJI. Ahora es China la que
parece desconfiar del hardware que
llega de más allá de la Gran Muralla y
ha decidido renovar todos los ordenadores
personales de la Administración
y de las empresas estatales
incorporando solo modelos fabricados
en el país. Como siempre en
China, los números que se manejan
son mareantes: en el entorno de 50
millones de PC1.
Beijing ya dejó fuera de su mercado
a empresas o aplicaciones
como (una gran parte de) Google,
Facebook (incluyendo WhatsApp) o
Twitter haciendo sitio para el desarrollo
de sus propios Baidú, WeChat,
Weibo y otros. No son los únicos; los
gigantes surcoreanos Kakao y Naver,
por ejemplo, dominan buena parte
del negocio de los buscadores, navegadores
o pagos online gracias
a la decisión gubernamental de no
permitir el pleno funcionamiento de
sus homólogos estadounidenses.
Claro que no es suficiente con
proteger las redes y dispositivos
propios. También hay que estar en
condiciones de degradar el funcionamiento
de los equipos críticos del
adversario, en caso de conflicto o
de escalada de la tensión. Y en esa
definición de adversario vuelve a
mezclarse a las instituciones con las
corporaciones, incluso con la academia.
La red satelital Starlink saltó a primera
plana de la prensa mundial
cuando su propietario, Elon Musk,
respondió afirmativa e inmediatamente
a la petición del Gobierno
ucraniano de ponerla a su disposición
para garantizar las comunicaciones
mientras dure la guerra. Ahora
China podría considerar esa misma
red como una potencial amenaza a
su seguridad nacional. Un reciente
artículo académico señala la necesidad
de que Beijing sea capaz de
destruir o inutilizar Starlink y explora
las posibilidades para conseguirlo2.
Las sospechas y restricciones que
imponen los países que albergan a
las grandes compañías de hardware
y de software deberían hacernos
pensar que –aunque nunca lo hayan
hecho ellos, ni vayan a volver a hacerlo–
existe el potencial de obtener
información crítica de los dispositivos
y programas que manejamos
con tanta alegría.