HISTORIA
Efectivamente esta mujer, conocida por todos como María la bailaora, y que según contaron, posiblemente fue una
gitana de Granada, que aprovechando que allí se encontraba ese Tercio durante la Guerra de las Alpujarras, se alistó en él
disfrazada de soldado buscando aventuras y una mejor vida. Se dijo que, durante la batalla de Lepanto, pronto destacó
tanto por su excelente puntería con el arcabuz, como por haber dado muerte a un jenízaro turco de un certero estoque en
medio de los ojos. Al parecer estuvo combatiendo durante horas a bordo de la galera Real, «con extremo valor a pesar de
su menguada talla», hasta que fue descubierta por el propio don Juan de Austria cuando de una cuchillada enemiga, su
ropa se rompió y dejó ver sus senos. Tras la batalla fue licenciada inmediatamente, aunque por su valor se le mantuvo la
paga de arcabucero de por vida y la autorización de seguir vinculada al Tercio de Armada de Lope de Figueroa. Esta anécdota
no aparece reflejada en ningún otro relato de la época, quizás por orden expresa de los altos mandos, hasta que fue
mencionada en 1980 por la historiadora francesa Edmonde CharlesRoux
en su biografía sobre don Juan de Austria, de la
siguiente manera: «Atraído por los asaltantes, un joven arcabucero de la Real … que se había hecho notable en el curso de
la lucha por la precisión de sus disparos, se lanzó sobre el puente de la Sultana armado de un gran cuchillo, y en un cuerpo a
cuerpo con un jenízaro el arcabucero, que era de menguada talla y delgaducho, perdió un pedazo de su coraza y sus botas
desgarradas. Entonces pudo advertirse que el valiente español, cubierto de sangre y de sudor, era una mujer a la que después
de la batalla le dieron el sobrenombre de María la bailaora», al parecer porque dedicó el resto de su vida a la danza.
«María en Lepanto» (composición hecha por el autor)
Algunas fuentes más actuales, como el estudio italiano «Due paesi per la cristianitá», realizado por el Centro Portorecanatesi,
también sugieren que la verdadera identidad de esta mujer ya era conocida a bordo, pues en esas naves hubiera
sido imposible mantenerlo en secreto: «En la primera fila se encontraba un joven espadachín, capaz y valiente, pero casi
todos sabían que era una mujer, una andaluza llamada María que había abordado con el permiso de Lope de Figueroa». Sea
como fuere, no deja que ser una historia que, documentada como real, nos habla de la épica heroicidad de la primera
mujer infante de marina.
MIGUEL DE CERVANTES
Bueno, y no se puede hablar de esta batalla de Lepanto sin mencionar a nuestro ilustre escritor, el cual luchó integrado
en la compañía del capitán Diego de Urbina, que era una de las del Tercio de Miguel de Moncada. Ese día en Lepanto,
Miguel de Cervantes se encontraba embarcado como guarnición de la galera Marquesa, en el flanco izquierdo de la formación
cristiana y, a pesar de estar enfermo con fiebre, quiso luchar «porque prefería morir peleando por Dios que vivir so
cubierta». Mientras defendía su puesto al mando de doce compañeros en la línea fogónesquife,
baluarte de última resistencia
de una galera, fue herido de dos arcabuzazos en el pecho y otro en la mano izquierda. Esa mano se le quedó inútil,
por lo que desde entonces se le conoció como «el manco de Lepanto». Recuperándose de sus heridas en el hospital de
Messina, lo conoció el propio don Juan de Austria y, al saber de su valor, en recompensa le concedió 25 escudos de ventaja
mensuales. Cervantes pasaría allí casi 7 meses. Del resto de la vida militar de Cervantes, que fueron alrededor de unos
38 BOLETÍN DE LA INFANTERÍA DE MARINA