ANÁLISIS
El futuro de la Alianza se
escribe con “M” de Madrid
Miguel Fernández-Palacios M.
Embajador Representante Permanente de España
en el Consejo Atlántico
HAN pasado unas pocas semanas desde que finalizó la
Cumbre de Madrid, pero aún resuenan en los pasillos
de esta sede los ecos de reconocimiento a España
por una Cumbre que todos los Aliados —empezando
por el presidente Biden y el propio secretario general—
han calificado de «histórica». Y no les falta razón a aquellos que
así la califican, porque, más allá de lo que la Cumbre ha significado
para España en imagen internacional —seriedad, compromiso, capacidad
organizativa…—, la Cumbre de Madrid ha sido un hito para
el futuro de la Organización. A partir de ahora habrá una OTAN de
«antes de Madrid» y una OTAN de «después de Madrid». Porque
en Madrid aprobamos un nuevo Concepto Estratégico —que, por
cierto, se apellida ya con el nombre de la capital de España—, reforzamos
nuestra Postura de Disuasión y Defensa, redefinimos la
financiación común de la Alianza para hacer frente a las inversiones
derivadas de la implementación del paquete de decisiones asociado
a la Iniciativa NATO 2030, invitamos a Suecia y Finlandia a adherirse
a la Alianza, nos abrimos definitivamente a nuestros socios del indopacífico,
la Unión Europea se confirma como socio indispensable de
la OTAN o apostamos por la coordinación de iniciativas en el ámbito
de la innovación conscientes de que la primacía estratégica se asienta
en la superioridad tecnológica.
Pero es evidente que la Cumbre de Madrid ha tenido lugar en
medio de un panorama global marcado por la injustificada y brutal
agresión de Rusia a Ucrania. Este hecho, que ha sacudido hasta
límites insospechados los equilibrios estratégicos construidos a raíz
de la caída del Muro de Berlín, ha marcado no solo la cita de Madrid,
sino también ha de marcar el futuro de la Alianza.
Cuando España fue designada por los jefes de Estado y de Gobierno
—el 14 de junio de 2021— para organizar la Cumbre de 2022,
preveíamos la organización de una cita que debía preparar a la Alianza
para la próxima década. Pensábamos —nosotros y el resto de
Aliados— en una Cumbre que debía centrarse en aprobar el paquete
de medidas de la Iniciativa NATO 2030 con el fin de alcanzar una
OTAN más coordinada en lo político, más fuerte en lo militar y más
estratégica en lo global. Estábamos organizando una Cumbre clave
para el futuro aliado, pero no podíamos entonces sospechar que la
invasión de Ucrania iba a convertir nuestra Cumbre en una cita de
radical importancia para el presente y el futuro de la Alianza.
La OTAN es una maquinaria que en ocasiones se mueve con
lentitud, pero qué duda cabe que en esta ocasión no ha sido así.
Solo tuvieron que pasar 125 días para que la Alianza se reinventara,
porque 125 días fueron los que transcurrieron desde el inicio de la
invasión hasta la Cumbre de Madrid. En 125 días hemos aprobado
un nuevo Concepto Estratégico que califica a Rusia como «la amenaza
más significativa y directa»; en 125 días hemos modificado
nuestra Postura de Disuasión y Defensa para adaptarla a la nueva
realidad estratégica reforzando nuestra presencia militar en el flanco
Este de la Alianza; en 125 días hemos consolidado la mirada aliada
Hoy la OTAN es más fuerte
y está más cohesionada para
defender lo que nos une
20 Revista Española de Defensa Julio/Agosto 2022