Entretanto en el centro se libraba fi era batalla
entre las escuadras de La Real de don Juan y La
Sultana de Alí Pachá. La Cruz y la Media Luna,
cual choque de civilizaciones. Alí pretendió una
maniobra envolvente, pero nuevamente, la lle-gada
de los refuerzos del marqués de Santa Cruz
inclinó la balanza al lado de los cristianos. Tras el
abordaje, la lucha cuerpo a cuerpo entre los je-nízaros
y los soldados de los Tercios prolongó el
combate durante al menos dos horas hasta que
la infantería española volvió a demostrar, una vez
más, su superioridad en el campo de batalla, esta
vez en la cubierta de los barcos. Alí Pachá murió
en el combate y su cabeza fue ensartada en una
pica y lanzada al mar. Todo el centro turco cedió
y su escuadra fue hecha prisionera.
Tan solo quedaba combatiendo el ala de-recha
cristiana donde Uluch Alí intentaba fl an-quear
a Doria que se había alejado de la costa,
produciendo una brecha en el despliegue cristia-no
entre el centro y su ala derecha. El corsario
penetró entre las líneas cristianas derrotando a
varias galeras, entre ellas la Capitana de la Or-den
de Malta cuya tripulación fue aniquilada. La
situación estaba siendo desesperada en esta ala,
pero la brillante actuación del de Santa Cruz y
de don Juan, una vez liberada la batalla en el
centro, consiguió derrotar a los corsarios mientras
Uluch Alí huía a alta mar bajo riesgo de quedar
cercado.
D. Álvaro de Bazán
El sol anunciaba las cuatro de la tarde cuando
se podía dar por fi nalizada la batalla. El Medite-rráneo
se cubrió de cadáveres, astillados cascos
de barcos, malheridos y agonizantes soldados
que luchaban por sobrevivir. Un joven Miguel de
Cervantes, a bordo de La Marquesa fue testigo
de excepción y protagonista de «la más alta oca-sión
que vieron los siglos pasados, los presentes
ni esperan ver los venideros», herido en su mano
izquierda el «manco de Lepanto» siempre se mos-tró
orgulloso de haber participado en tal empre-sa.
Cuenta un cronista de la época que una mu-jer,
Maria la Bailadora, haciéndose pasar por sol-dado
de los Tercios, combatió con su arcabuz y
su espada, con tal fi ereza que el propio don Juan
reconoció su valor.
Tras la victoria, los cristianos obtuvieron un
gran botín. En tan solo cuatro horas que duró el
combate, la Liga Santa perdió unas 15 galeras,
8.000 muertos y otros tantos heridos. Por su parte,
las pérdidas turcas ascendían a unas 200 naves,
30.000 hombres y 8.000 prisioneros, convertidos en
galeotes de las naves cristianas. Además, fueron
liberados 12.000 esclavos cristianos. Tal como ha-bía
prometido don Juan, sus galeotes cristianos
obtuvieron la libertad. La Monarquía Hispáni-ca
se consolidó como la potencia naval en el
Mediterráneo.
Agosto - 2022 Armas y Cuerpos Nº 150 101