Liderar en lo bueno y en lo malo, en lo extraordinario y en lo cotidiano. Los conceptos compañero y camarada surgen
de la idea de compartir comida y alojamiento. En la foto militares españoles compartiendo el rancho en Kabul.
sobre la caballería pesada francesa, tan pronto
como esta se ponga a tiro. El arco inglés (long
bow) se empleaba como la artillería de campa-ña,
en tiro curvo, a algunas fl echas se les incorpo-raba
una pieza de hueso que hacía de silbato al
desplazarse por el aire. El efecto sobre las tropas
enemigas debía ser parecido al de las sirenas de
los bombarderos Stuka cuando caían en picado
sobre el enemigo; pero el arco (y posteriormente
los mosquetes de mecha) tienen una debilidad:
en tiempo lluvioso no son efi caces, la cuerda se
destensa y la mecha o la pólvora fallan con la
humedad. En el momento de la batalla no llue-ve,
el terreno, muy blando por efecto de las llu-vias
recientes, difi culta el avance de la caballería
pesada francesa, también facilita el clavar una
estacada al tresbolillo, que bloqueará el paso
y creará un atasco descomunal. Los caballeros
con armadura, sobre cabalgaduras agotadas
por el esfuerzo, muchos alcanzados por las fl e-chas
que caen del cielo, están agotados o mal-heridos
cuando llegan al momento del choque
con la línea inglesa y son rematados por los ingle-ses
o bien salvados del campo de batalla como
presa para pedir un rescate, la elite de la caballe-ría
francesa está perdida y los que quedan en re-taguardia
prefi eren retirarse o intentan conseguir
un botín fácil atacando al tren de bagajes de los
ingleses. Faltos de liderazgo y desconcertados los
franceses se retiran dando por perdida la batalla.
La victoria en Agincourt hay que atribuirla prin-cipalmente
al empleo adecuado del arco y el te-rreno
asociado a factores climáticos; el liderazgo
jugó sin duda un papel importante: lo más sensa-to
para los ingleses hubiese sido rendirse y pagar
un rescate; el miedo a perder la vida, en buena
lógica, era razón sufi ciente para aconsejar esta
vía. Por otro lado, en situaciones extremas, las de-cisiones
audaces y un liderazgo adecuado son la
mejor receta para triunfar. En un análisis prácti-co,
desde la perspectiva militar, el resultado de
la batalla puede simplifi carse considerando solo
los factores inmediatos: decisión correcta por
parte de los ingleses, aprovechando el terreno y
el clima favorable, generando caos y desorgani-zación
en un adversario muy superior en número,
pero desgastado y desmoralizado en el momen-to
crítico del choque. Sin embargo en la obra de
Shakespeare vemos el liderazgo en una situación
extrema como el factor realmente decisivo, mu-cho
más que las armas, la táctica o el terreno.
Retomando nuestra refl exión sobre el concep-to
de liderazgo, lo primero que llama la atención
a un militar de la vieja escuela es la palabra en
sí. Para el militar las palabras Mando y Jefe sue-nan
mejor, en parte porque Mando y Jefatura
van asociados «per se» a la idea de legitimidad.
La legitimidad es una preocupación del joven rey
y es pieza clave en los monólogos. Enrique V, tal
como lo presenta Shakespeare, es un rey mode-lo,
y como tal actúa, también es humano y próxi-mo
a los hombres a los que dirige en el campo
de batalla.
El arquetipo de líder-héroe que nos presenta
Shakespeare sirve para ilustrar dos ideas intere-santes
asociadas al liderazgo: Por un lado, la base
moral, el código deontológico que distingue al
liderazgo deseable; por otro lado las claves del
éxito del buen líder.
Una de las referencias más completas y actua-lizada
de los principios que deja entrever Shakes-peare
la encontramos en los llamados «Principios
de Nolan», establecidos por Lord Nolan en 1995 y
aplicados como norma de conducta ética por el
gobierno británico para todo el personal al servi-cio
del Estado.
52 Armas y Cuerpos Nº 150 ISSN 2445-0359