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La única razón que condujo a la reina
María Cristina durante su viaje a Málaga,
en abril de 1926, a acercarse al
cementerio de San Miguel era visitar
la tumba de un héroe, la tumba de un
joven teniente que había muerto luchando
por su patria: Arnaldo Eyaralar
Almazán. La reina le conoció durante
una de sus visitas, cuando el valeroso
soldado se restablecía en el hospital
de San Sebastián de una herida
de bala en una pierna. Quizás los sentimientos
forzaron la caída de alguna
regia lágrima, pues tras aquella losa
descansaban los restos de uno de los
más bizarros oficiales del ejército de
África.
Más tarde, doña María Cristina redactó
el telefonema que recibió María
Almazán, madre del oficial fallecido:
«Acabo de visitar en el cementerio la
tumba del pobre Eyaralar. Recuerdos
afectuosos. María Cristina».
ARNALDO EYARALAR
El capitán Agapito Eyaralar Elia era
uno de aquellos oficiales que, a la vieja
usanza, se adornaban con bigotazo
y barba luenga. Su progreso en la milicia,
donde inició sus pasos como un
sencillo soldado, fue sacrificado, pero
finalmente alcanzó las tres estrellas de
capitán en el año 1905, poco antes de
pasar a la reserva en la Zona de Pamplona
n.º 35.
El matrimonio formado con María de
la Concepción Almazán García tuvo
siete descendientes. Arnaldo, nuestro
protagonista, fue el cuarto de los
cinco varones; cuatro entraron en la
milicia, Antonio, Enrique, Arnaldo y
Vicente, el otro legionario. El mayor,
José María, llegó a ser una destacada
figura en la docencia de las Matemáticas
y aún hoy se pueden encontrar
referencias suyas si buceamos con su
nombre en Google. La familia la completaban
dos hermanas, Juana y María
Isabel.
Arnaldo Eyaralar Almazán nació en
Gaucín (Navarra), el 14 de noviembre
de 1902; tenía 13 años cuando en
1915 falleció su padre. La familia, establecida
en Pamplona, se vio obligada
a afrontar la difícil situación con una
pensión mensual de 625 pesetas. Decididos
a seguir los pasos paternos, el
11 de julio de 1918, Arnaldo y Vicente
aprobaron el ingreso en la Academia
de Infantería de Toledo. Finalizados
los estudios, en julio de 1921 fueron
promovidos al empleo de alférez de
infantería y el Diario Oficial del Ministerio
de la Guerra separó a los hermanos
llevando a Arnaldo al Regimiento
de Infantería de Cantabria n.º 79. Su
presentación en la unidad en Logroño
estuvo acompañada de una inesperada
noticia: formaba parte del cuadro
de oficiales del batallón expedicionario
que el Cantabria mantenía en Marruecos.
El capitán
Agapito
Eyaralar Elia era
uno de aquellos
oficiales que, a
la vieja usanza,
se adornaban
con bigotazo y
barba luenga
Capitán Agapito Eyaralar