ÁFRICA EN LAS
VENAS
Con la emoción oprimiéndole el pecho,
el largo viaje en tren a través de
la geografía peninsular hasta Algeciras
precedió a la travesía hasta Ceuta
y, desde allí, un viaje hasta llegar a
la capital del Protectorado español en
Marruecos. El 12 de octubre de 1921
el joven alférez Eyaralar se presentaba
en la plana mayor del batallón expedicionario
de Cantabria en Tetuán.
Aquellos meses, un harca rifeña se había
desplazado desde la zona oriental;
las acciones de los rebeldes obligaron
a intervenir a las fuerzas españolas
del entorno de Ceuta-Tetuán. El día
28, el joven alférez, en la columna del
general Enrique Marzo, formaba en
la 2.ª compañía del batallón de Cantabria
y tuvo su bautismo de fuego
en los violentos combates llevados a
cabo para liberar el acoso a la posición
del monte de Magán. El enfrentamiento
se sostuvo durante todo el día y Arnaldo
tuvo ocasión de admirar cómo
luchaban unos soldados de verdosos
uniformes que se tocaban con sombreros
de ancha ala. Eran legionarios
del Tercio de Extranjeros, una eficiente
unidad de choque que se había creado
hacía poco más de un año. Tal era su
acometividad que aquel día, la recién
creada IV Bandera, sufrió 28 muertos
y más de 50 heridos, pero el convoy
entró en Magán.
El alférez Eyaralar, con una altura
de 1,77 metros, y una delgadez atlética,
encontró el modo de abrirse hueco
en las filas de la Legión y el 5 de noviembre
de 1921 fue destinado al Tercio
de Extranjeros. Cuando días más
tarde se incorporó a su nueva unidad
en Ceuta, fue encuadrado en la
10.ª Compañía de la IV Bandera, que
mandaba el comandante Emilio Villegas
Bueno.
Con las operaciones en Marruecos a
plena marcha, el alférez Eyaralar comenzó
el año 1922 guarneciendo con
su sección la posición de Gueldet.
Desde Uad Lau pasó a Xauen, donde,
a las órdenes del teniente coronel Millán
Terreros, se dedicó a la protección
de convoyes a la zona de Dra el-Asef.
El 18 de junio intervino en la toma de
Baba y Sugna y aquel día, mientras los
ingenieros instalaban unos blocaos, la
10.ª compañía defendió los trabajos
combatiendo hasta las 15 horas. Entrada
62 / Revista Ejército n.º 949 • mayo 2020
la tarde, mientras el resto de las
unidades se replegaba, el alférez Arnaldo
tomó protagonismo y mantuvo
la defensa del campamento hasta que
a las 20 horas el enemigo, ya desgastado,
desistió de sus intenciones. Tal
fue la actuación del alférez que más
adelante se publicó: «… este oficial
reunía unas condiciones excepcionales
de acometividad, valor, entusiasmo
militar y aptitud profesional distinguiéndose
en la operación del 18 de
junio de 1922»1. Sus innegables méritos
eran tenidos en cuenta y otra orden,
de 13 de abril de 1923, publicó
la apertura de un juicio contradictorio
para valorar su ascenso al empleo superior.
Las operaciones en la zona oriental
del Protectorado precisaban unidades
aguerridas; por esta razón, 13 de octubre
de 1922, la IV Bandera embarcó
con rumbo a Melilla a las órdenes del
comandante Luis Rueda Ledesma. El
25 de octubre se instaló en Kandussi
y los siguientes días intervino en las
operaciones sobre Beni Ulixec, Nador,
Alaut, Sidi Messaud e Izumar.
Arnaldo Eyaralar, como arrojado navarro,
era reconocido por su valor, destreza
y acometividad al frente de sus
legionarios. El mismo teniente coronel
Millán Astray le mostraba su aprecio
cuando, el 14 de noviembre de 1922,
en gesto paternal, le dedicaba una fotografía
con la leyenda «A mi querido
legionario Arnaldo Eyaralar, recuerdo
cariñoso de tu teniente coronel».
En aquellos
momentos,
los aguerridos
rifeños ya sabían
que un mal
enemigo se había
establecido en su
entorno
EL HÉROE DE PEÑA TAHUARDA
El 23 de abril de 1923 la IV Bandera
entró en el campamento de Tafersit,
una meseta situada a la sombra de las
siempre amenazadas alturas de Tizzi
Assa. El 16 de mayo, con la columna
del coronel Gómez Morato, Arnaldo
participó en la toma de Loma Roja, una
operación que culminó con la ocupación
y fortificación de la formidable
elevación de Peña Tahuarda. En la acción
resultó herido el comandante Felipe
Figueras, el jefe de la bandera. Fue
preciso trabajar firme para acondicionar
aquel escabroso lugar, la sección
del sargento Hernández Sedano, de
la 10.ª compañía, se encargó de dar
protección a los trabajos realizando
durante aquella jornada 695 disparos.
En el promontorio donde despuntaba
la torre que se había convertido en
uno de los puntos más peligrosos de
la geografía marroquí quedó destacado
el alférez Arnaldo Eyaralar con
el sargento Pedro López López, cuatro
cabos y 37 legionarios. En la vertiente
izquierda, otro sargento, José
Real, se instaló con un cabo, siete legionarios
y dos ametralladoras de la
12.ª compañía, listo para abrir fuego
cuando recibiese órdenes del oficial
de Tahuarda.
Durante la segunda quincena de
mayo, el sargento Hernández Sedano,
con un cabo y ocho legionarios,
condujo a diario convoyes de mulos
que llevaban víveres, agua, tabaco o
municiones hasta Tahuarda y las posiciones
más próximas. Algunos días
fue preciso librar violentos combates
para conseguir entrar en las posiciones;
otros, la amenazante presencia
enemiga obligó a Hernández a conducir
las acémilas por fuera de los caminos
y avanzar por lo más escabroso de
la montaña, evitando las zonas batidas
por los tiros de los harqueños2.
En aquellos momentos, los aguerridos
rifeños ya sabían que un mal enemigo
se había establecido en su entorno. En
Tahuarda se vivía una actividad desenfrenada:
los legionarios que mandaba
Eyaralar combatían al enemigo desde
dentro de la posición, pero también
realizaban descubiertas y continuas
ofensivas para desbaratar los intentos
enemigos de impedir el paso de los
convoyes.