crisis de carácter global, o que afectan
a gigantes como China. Además,
la propia globalización ha facilitado la
rápida propagación de una enfermedad
contagiosa.
La globalización
ha fomentado
una profunda
interdependencia
entre las
empresas y las
naciones
La globalización ha llevado a las empresas
a evitar redundancias, lo que
ha facilitado unos grados de eficiencia
y de riqueza sin precedentes. También
ha llevado a reducir al mínimo los
recursos no utilizados en la economía
global en su conjunto. En circunstancias
normales, las empresas ven esos
recursos como una medida de la propia
ineficiencia, por suponer capacidad
productiva inactiva. Sin embargo,
en tiempos de crisis, como los que ha
La economía global depende de los movimientos de mercancías
provocado la irrupción del nuevo coronavirus,
8 / Revista Ejército n.º 949 • mayo 2020
la falta de recursos inactivos
hace que el sistema sea frágil ante
cualquier fallo en sus elementos.
Por otra parte, la especialización a la
que ha llevado la búsqueda de la eficiencia
ha producido una ausencia
general de alternativas de fabricación
que puedan suplir cualquier rotura en
la cadena de producción. Esta falta de
alterativas se combina con la falta de
recursos en reserva que puedan mitigar
los efectos de esas roturas. Esto
es lo que ha provocado la crisis del coronavirus,
por ejemplo, en el sector de
los productos sanitarios y farmacéuticos
el que el cierre de fábricas y el incremento
de las necesidades en China,
principal productor de este tipo de
recursos, ha llevado a una escasez generalizada
y a que los países hayan tenido
que competir por acceder a ellos
en un contexto en el que la demanda
global superaba en mucho la oferta.
Esta competencia por unos recursos
de primera necesidad ha puesto de
manifiesto un cambio en la dinámica
de poder entre las principales economías
mundiales. En este contexto no
es más poderosa la economía con un
mayor producto interior bruto, sino
la que controla la cadena de producción.
Esta circunstancia ha fortalecido
a quienes están bien preparados
para combatir el nuevo virus o ya sea
acumulando recursos para sí mismos,
ya sea ayudando a aquellos que no lo
están y, de esta forma, expandir su
influencia en el escenario global. Paralelamente,
ha debilitado a quienes
dependen de terceros para solucionar
su problema doméstico y, evidentemente,
carecen de la capacidad de
apoyar a terceros. Dicho en términos
más claros: ha fortalecido a China
frente a EE. UU.
La globalización no es un fenómeno
aceptado sin reservas. De hecho,
estaba en retroceso ya antes de esta
crisis por tres motivos: por la desaceleración
económica, que ha reducido
los movimientos comerciales; cierta
tendencia al proteccionismo, perfectamente
representada por las nuevas
políticas de EE. UU. o el Reino Unido;
el aumento de los niveles de renta y
los salarios en los países en desarrollo,
que ha reducido las ventajas de
deslocalizar; y una mayor preocupación
por la seguridad, comprometida
por la dependencia del exterior para
la obtención de suministros esenciales
y la pérdida de control de sectores
estratégicos. El coronavirus puede
haber intensificado este proceso,
al poner en evidencia los riesgos que
supone depender de suministros procedentes
de localizaciones geográficas
alejadas, pero no lo ha creado.